El porqué del nombre de mi blog
El nombre que he dado a este blog se remonta a los tiempos de mi niñez, hace ya sesenta años. Los niños de entonces no éramos como los de ahora, hipervitaminados y consentidos (“refalfiaos” se dice en Asturias); no teníamos televisión, ni ordenador, y podría decirse que hacer los deberes que nos ponían en la escuela era casi una distracción… Los niños de aquella época éramos normales; y los padres también, pues no hacían dejación de su autoridad por mucho que protestásemos.
Cuando a mis cinco años me cogía un berrinche, mi madre me decía muy seria que me fuese a “chindiar el cabrito”, invitándome con ello a marcharme a otro lugar hasta que me tranquilizase. Cuando más tarde regresaba cabizbajo, una y otra vez escuchaba la misma pregunta: “¿Tá farto el cabrito?” Era como el martillazo definitivo que echaba por tierra cualquier intento de continuar mis protestas.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Los que éramos niños ya estamos jubilados y vemos la vida con la perspectiva de la experiencia acumulada. Hoy ya no se chindian cabritos; cuando los niños se enrabietan sus padres los “compran” con regalos. ¿Será eso correcto? ¿Habremos avanzado realmente en lo que a progreso humano se refiere?
No quiero aventurar pronósticos cara al futuro, pero cada vez que por la calle veo a un niño dando patadas a sus padres o abuelos, me acuerdo de mi madre y pienso: “¡Pobre chaval! ¡Cuántos problemas vas a tener el día de mañana!. Y cuántos problemas llegaremos a tener nosotros si llega a formar parte de la clase dirigente”.
Los pequeños artículos que iré publicando en este blog tal vez hagan chindiar el cabrito a más de uno. Espero que nadie me guarde rencor por ello: tampoco yo se lo guardo a mi madre.
Cuando a mis cinco años me cogía un berrinche, mi madre me decía muy seria que me fuese a “chindiar el cabrito”, invitándome con ello a marcharme a otro lugar hasta que me tranquilizase. Cuando más tarde regresaba cabizbajo, una y otra vez escuchaba la misma pregunta: “¿Tá farto el cabrito?” Era como el martillazo definitivo que echaba por tierra cualquier intento de continuar mis protestas.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Los que éramos niños ya estamos jubilados y vemos la vida con la perspectiva de la experiencia acumulada. Hoy ya no se chindian cabritos; cuando los niños se enrabietan sus padres los “compran” con regalos. ¿Será eso correcto? ¿Habremos avanzado realmente en lo que a progreso humano se refiere?
No quiero aventurar pronósticos cara al futuro, pero cada vez que por la calle veo a un niño dando patadas a sus padres o abuelos, me acuerdo de mi madre y pienso: “¡Pobre chaval! ¡Cuántos problemas vas a tener el día de mañana!. Y cuántos problemas llegaremos a tener nosotros si llega a formar parte de la clase dirigente”.
Los pequeños artículos que iré publicando en este blog tal vez hagan chindiar el cabrito a más de uno. Espero que nadie me guarde rencor por ello: tampoco yo se lo guardo a mi madre.