Hace poco más de una semana, mi mujer y yo estuvimos en Sevilla, donde permanecimos durante cuatro días con sus noches correspondientes. La cercanía de Santander nos permitió la realización de un viaje “low cost”, en un avión de Ryanair. Estos viajes, aunque con serias deficiencias de confortabilidad, ofrecen la gran ventaja de su coste reducido, lo que resulta de agradecer en estos tiempos de crisis económica. Lo extraño es que los políticos no sepan -o no quieran- aprovecharse de estos chollos para ahorrar dinero: de hecho no logramos identificar a ninguno entre los casi doscientos pasajeros del avión.
A pesar de que nuestra estancia en Sevilla coincidió con una ola de calor -en una estrecha callejuela del barrio de Santa Cruz pudimos observar un termómetro que marcaba 41 ºC-, la ciudad en su conjunto nos resultó extraordinariamente agradable: la Giralda, visible desde todas partes; el Alcázar con el preciosismo de sus salas y la exuberancia de sus jardines; las sinuosas callejuelas y diminutas plazoletas del barrio de Santa Cruz; el parque de María Luisa, la Macarena, el barrio de Triana…todo nos encantó y dejó en nosotros un recuerdo imborrable…
Regresamos con la idea grabada en la mente de una ciudad muy habitable, con kilómetros y más kilómetros carril-bici, con parque públicos cerrados a partir de las 10 de la noche, y con el recuerdo de unas gentes de trato muy agradable y acogedor que invita a repetir la visita.
Regresamos con la idea grabada en la mente de una ciudad muy habitable, con kilómetros y más kilómetros carril-bici, con parque públicos cerrados a partir de las 10 de la noche, y con el recuerdo de unas gentes de trato muy agradable y acogedor que invita a repetir la visita.