En las calles de Gijón -al igual que otros años- han vuelto a instalar bombillas de colores conectadas en arcos de acera a acera. Antiguamente se las llamaba “iluminación navideña”, pero ahora, en cambio, la ausencia total de diseños de tipo religioso hace dudar acerca de cuál sería la denominación más adecuada para designar tales adornos.
El Ayuntamiento de Gijón -y sospecho que no es el único- está intentando -y tal vez lo consiga- eliminar de raíz todo tipo de connotaciones religiosas durante la Navidad, hasta el punto de que ya no se oyen villancicos en calles y centros comerciales. Pero deberían cambiarle el nombre, pues Navidad, desgraciadamente para algunos ediles iletrados, es una palabra que rememora el nacimiento de Jesús de Nazaret. Lo que no cambiarán, desde luego, por muy antirreligiosos que sean, son las vacaciones y cuchipandas que significan para muchos estos días navideños.
Hay muchas cosas que no consigo explicarme. Y es que resulta sorprendente la escasa capacidad de razonamiento que exhiben algunos políticos locales, que ignoran que el cristianismo constituye uno de los pilares fundamentales tanto de nuestra cultura occidental (arquitectura, pintura, escultura, música, literatura….) como de nuestro folclore (belenes, villancicos…); y renegar de esta cultura, por muy “progre” que uno sea, no puede menos de causar sonrojo, pues equivaldría a prescindir de catedrales, monasterios, iglesias, multitud de esculturas y cuadros de tipo religioso, toda la música sacra y una cantidad muy considerable de obras literarias, sin olvidar las fiestas, romerías y procesiones que tanto abundan en nuestros pueblos y ciudades.
¿Por qué queremos hacer desaparecer lo poco que queda de nuestras costumbres y tradiciones? Resulta lamentable. Parece que para algunos la cultura se reduce al Real Madrid y al Gran Hermano.
Hay muchas cosas que no consigo explicarme. Y es que resulta sorprendente la escasa capacidad de razonamiento que exhiben algunos políticos locales, que ignoran que el cristianismo constituye uno de los pilares fundamentales tanto de nuestra cultura occidental (arquitectura, pintura, escultura, música, literatura….) como de nuestro folclore (belenes, villancicos…); y renegar de esta cultura, por muy “progre” que uno sea, no puede menos de causar sonrojo, pues equivaldría a prescindir de catedrales, monasterios, iglesias, multitud de esculturas y cuadros de tipo religioso, toda la música sacra y una cantidad muy considerable de obras literarias, sin olvidar las fiestas, romerías y procesiones que tanto abundan en nuestros pueblos y ciudades.
¿Por qué queremos hacer desaparecer lo poco que queda de nuestras costumbres y tradiciones? Resulta lamentable. Parece que para algunos la cultura se reduce al Real Madrid y al Gran Hermano.
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