El barón Pierre de Coubertin decía que “lo importante no es ganar, sino participar”. Discrepo totalmente, pues la mayor parte de los que participan en una competición lo que desean es ganar; y cuanto más holgadamente, mejor. Y en lo que respecta al fútbol lo importante siempre es ganar, sea como sea, y no bajar de categoría, aunque la calidad del juego exhibido resulte en ocasiones francamente desastrosa. Y quien dude de esto que le pregunte, por ejemplo, a Mouriño si prefiere ganar jugando mal -como le sucede al Real Madrid bastantes veces- o, por el contrario, jugar bien y acabar perdiendo. Creo que todo el mundo estará de acuerdo en cuál sería la respuesta del conspicuo entrenador.
Esta breve y sencilla consideración viene a cuento de los últimos partidos de fútbol jugados por el Real Sporting de Gijón. A pesar de mi acendrado “sportinguismo”, soy plenamente consciente de lo que veo semana tras semana en la pantalla del televisor, siempre con los nervios a flor de piel y esperando lo peor. Me refiero, en concreto a los partidos contra el Valencia y el Zaragoza, en los que nuestro club gijonés se mostró incapaz de marcar ni un solo gol. Los comentarios de prensa más benévolos califican a ambos partidos de soporíferos, más propios de un patio de colegio que de una competición de primera división.
Sin embargo, los resultados están a la vista de todos: dos empates que significan dos puntos, que posiblemente sirvan al final de la temporada para conseguir la permanencia. Quizá si el Sporting no hubiese regalado el partido al Barça en la primera vuelta, conforme aseguró en su día el Sr. Mouriño, la situación sería muy diferente, y no nos veríamos ahora precisados a ir a ganar a Madrid en el Santiago Bernabeu. Quiera Dios que así suceda.
Esta breve y sencilla consideración viene a cuento de los últimos partidos de fútbol jugados por el Real Sporting de Gijón. A pesar de mi acendrado “sportinguismo”, soy plenamente consciente de lo que veo semana tras semana en la pantalla del televisor, siempre con los nervios a flor de piel y esperando lo peor. Me refiero, en concreto a los partidos contra el Valencia y el Zaragoza, en los que nuestro club gijonés se mostró incapaz de marcar ni un solo gol. Los comentarios de prensa más benévolos califican a ambos partidos de soporíferos, más propios de un patio de colegio que de una competición de primera división.
Sin embargo, los resultados están a la vista de todos: dos empates que significan dos puntos, que posiblemente sirvan al final de la temporada para conseguir la permanencia. Quizá si el Sporting no hubiese regalado el partido al Barça en la primera vuelta, conforme aseguró en su día el Sr. Mouriño, la situación sería muy diferente, y no nos veríamos ahora precisados a ir a ganar a Madrid en el Santiago Bernabeu. Quiera Dios que así suceda.
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