En estos últimos tiempos raro es el día que en los medios de comunicación no sale a relucir el tema de la energía: que si el precio del petróleo sube o baja, que si en enero dejaron de aplicarse las antiguas tarifas eléctricas, que si es necesario implantar medidas de ahorro energético… Es un tema que siempre está presente en los telediarios de todos los países, y suscita tanto por parte de especialistas como de profanos opiniones de todo tipo, cuyo análisis me induce a plantear una serie de consideraciones.
En primer lugar, la energía es el “motor” que mueve el mundo, y su demanda ha ido aumentando en el transcurso de los siglos, hasta el punto de que la actual multiplica por 100 las necesidades energéticas de la Prehistoria. En segundo lugar, es necesario tener presente que hoy día las principales fuentes de energía son los combustibles fósiles: el carbón y, sobre todo, el petróleo. Un tercer hecho, de todos conocido, es que estos combustibles se van agotando de forma progresiva, aunque no existe uniformidad a la hora de fijar la fecha de su extinción.
¿Qué podemos hacer cuando llegue ese momento? ¿Qué tipo de energía hará funcionar a los vehículos automóviles? ¿De dónde obtendremos la energía eléctrica necesaria para usos domésticos e industriales?
No voy a dar respuesta a estas preguntas. Solo intento que mis lectores reflexionen por sí solos sobre el futuro que nos aguarda. Hay que tener en cuenta que la energía hidráulica de nuestros ríos está prácticamente aprovechada al máximo, y en cuanto a las energías llamadas alternativas no cabe esperar, al menos en un futuro inmediato, que sean capaces de reemplazar totalmente a las tradicionales.
Dentro de pocos años los coches ya no utilizarán combustibles derivados del petróleo. Con toda seguridad, serán coches eléctricos o híbridos que harán uso del hidrógeno para sus pilas de combustible o de litio para sus baterías; y tanto en un caso como en otro precisarán energía eléctrica. En Francia y otros países de la Unión Europea disponen de centrales nucleares que cumplen esta finalidad. En España, como somos más listos, importamos energía eléctrica de Francia. ¡Así no nos “contaminamos”! Pero, ¡ojo!, tampoco podremos quejarnos del importe del “recibo de la luz”, cuya cuantía va siendo cada vez mayor año tras año.
En primer lugar, la energía es el “motor” que mueve el mundo, y su demanda ha ido aumentando en el transcurso de los siglos, hasta el punto de que la actual multiplica por 100 las necesidades energéticas de la Prehistoria. En segundo lugar, es necesario tener presente que hoy día las principales fuentes de energía son los combustibles fósiles: el carbón y, sobre todo, el petróleo. Un tercer hecho, de todos conocido, es que estos combustibles se van agotando de forma progresiva, aunque no existe uniformidad a la hora de fijar la fecha de su extinción.
¿Qué podemos hacer cuando llegue ese momento? ¿Qué tipo de energía hará funcionar a los vehículos automóviles? ¿De dónde obtendremos la energía eléctrica necesaria para usos domésticos e industriales?
No voy a dar respuesta a estas preguntas. Solo intento que mis lectores reflexionen por sí solos sobre el futuro que nos aguarda. Hay que tener en cuenta que la energía hidráulica de nuestros ríos está prácticamente aprovechada al máximo, y en cuanto a las energías llamadas alternativas no cabe esperar, al menos en un futuro inmediato, que sean capaces de reemplazar totalmente a las tradicionales.
Dentro de pocos años los coches ya no utilizarán combustibles derivados del petróleo. Con toda seguridad, serán coches eléctricos o híbridos que harán uso del hidrógeno para sus pilas de combustible o de litio para sus baterías; y tanto en un caso como en otro precisarán energía eléctrica. En Francia y otros países de la Unión Europea disponen de centrales nucleares que cumplen esta finalidad. En España, como somos más listos, importamos energía eléctrica de Francia. ¡Así no nos “contaminamos”! Pero, ¡ojo!, tampoco podremos quejarnos del importe del “recibo de la luz”, cuya cuantía va siendo cada vez mayor año tras año.
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