Parece ser -lo he leído en la prensa- que en Ribadesella van a prohibir el botellón y sancionar a los infractores con multas de hasta 1500 euros por los daños y molestias producidos.
En principio aplaudo la idea, aunque creo que la noticia necesita una serie de matizaciones. En primer lugar, el botellón es un fenómeno social que se inició en España en la década de los años ochenta entre jóvenes principalmente de la clase obrera que se reunían en ocasiones en parques y plazas para beber en grupo y evitar el alto precio de las consumiciones en bares y pubs. Posteriormente el fenómeno se fue masificando y lo que en principio eran pequeños grupos consumidores de alcohol, acompañados de música y conversación, fueron degenerando hasta el punto de que en la actualidad se calcula que más de 180 000 jóvenes practican el botellón en distintos puntos de nuestra geografía peninsular. Esta masificación dio -y sigue dando- lugar a numerosas quejas por parte de los vecinos, a causa de los ruidos producidos hasta altas horas de la madrugada y de la suciedad generada, unido todo ello a frecuentes actos de vandalismo, con peleas, destrucción de mobiliario urbano, pintadas, micciones en la vía pública y en los portales, etc.
Estos problemas de índole social derivados del botellón dieron lugar a que en febrero de 2002 el Ministerio del Interior propusiese la llamada ley antibotellón, que prohibía el consumo de alcohol en la calle y regulaba los horarios de venta y propaganda del alcohol. Sin embargo, las presiones sociales hicieron que esta ley no llegase a ser aprobada. Algunas Comunidades Autónomas intentaron, por su parte, regular los horarios de venta de bebidas alcohólicas en los comercios y su consumo en la calle, mientras que otras optaron por delegar el control y la penalización del botellón en los Ayuntamientos, algunos de los cuales, para limitar las molestias a los vecinos, adecuaron espacios específicos, llamados botellódromos, alejados de las ciudades y villas y dotados de los elementos higiénicos y de seguridad adecuados.
Pero lo cierto es todas estas medidas no resultaron satisfactorias; los botellódromos apenas se utilizaron, debido a su mal acceso peatonal, y las medidas policiales originaron graves enfrentamientos entre los jóvenes y los agentes de los cuerpos de seguridad. Por ello, aunque estoy a favor de la idea del Ayuntamiento de Ribadesella, no puedo evitar sentirme pesimista ante la viabilidad de su aplicación. No creo que, en los tiempos actuales, en que tantas cosas se consideran políticamente incorrectas, sea posible erradicar el problema si, a la par que se sanciona, no se arbitran unas ofertas de ocio nocturno alternativo (apertura de polideportivos, piscinas y casas de cultura, organización de fiestas sin alcohol….) a donde puedan asistir los jóvenes sin necesidad de acudir a bares y pubs.
Ojalá en Ribadesella hagan esto y cunda el ejemplo, y evitemos así el triste espectáculo que ofrece las mañanas de los sábados y domingos el Parque de Isabel la Católica en Gijón, con todos los bancos repletos de suciedad. Creo que una persona puede ser joven sin necesidad de hacer marranadas.
En principio aplaudo la idea, aunque creo que la noticia necesita una serie de matizaciones. En primer lugar, el botellón es un fenómeno social que se inició en España en la década de los años ochenta entre jóvenes principalmente de la clase obrera que se reunían en ocasiones en parques y plazas para beber en grupo y evitar el alto precio de las consumiciones en bares y pubs. Posteriormente el fenómeno se fue masificando y lo que en principio eran pequeños grupos consumidores de alcohol, acompañados de música y conversación, fueron degenerando hasta el punto de que en la actualidad se calcula que más de 180 000 jóvenes practican el botellón en distintos puntos de nuestra geografía peninsular. Esta masificación dio -y sigue dando- lugar a numerosas quejas por parte de los vecinos, a causa de los ruidos producidos hasta altas horas de la madrugada y de la suciedad generada, unido todo ello a frecuentes actos de vandalismo, con peleas, destrucción de mobiliario urbano, pintadas, micciones en la vía pública y en los portales, etc.
Estos problemas de índole social derivados del botellón dieron lugar a que en febrero de 2002 el Ministerio del Interior propusiese la llamada ley antibotellón, que prohibía el consumo de alcohol en la calle y regulaba los horarios de venta y propaganda del alcohol. Sin embargo, las presiones sociales hicieron que esta ley no llegase a ser aprobada. Algunas Comunidades Autónomas intentaron, por su parte, regular los horarios de venta de bebidas alcohólicas en los comercios y su consumo en la calle, mientras que otras optaron por delegar el control y la penalización del botellón en los Ayuntamientos, algunos de los cuales, para limitar las molestias a los vecinos, adecuaron espacios específicos, llamados botellódromos, alejados de las ciudades y villas y dotados de los elementos higiénicos y de seguridad adecuados.
Pero lo cierto es todas estas medidas no resultaron satisfactorias; los botellódromos apenas se utilizaron, debido a su mal acceso peatonal, y las medidas policiales originaron graves enfrentamientos entre los jóvenes y los agentes de los cuerpos de seguridad. Por ello, aunque estoy a favor de la idea del Ayuntamiento de Ribadesella, no puedo evitar sentirme pesimista ante la viabilidad de su aplicación. No creo que, en los tiempos actuales, en que tantas cosas se consideran políticamente incorrectas, sea posible erradicar el problema si, a la par que se sanciona, no se arbitran unas ofertas de ocio nocturno alternativo (apertura de polideportivos, piscinas y casas de cultura, organización de fiestas sin alcohol….) a donde puedan asistir los jóvenes sin necesidad de acudir a bares y pubs.
Ojalá en Ribadesella hagan esto y cunda el ejemplo, y evitemos así el triste espectáculo que ofrece las mañanas de los sábados y domingos el Parque de Isabel la Católica en Gijón, con todos los bancos repletos de suciedad. Creo que una persona puede ser joven sin necesidad de hacer marranadas.
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