Llegamos al aeropuerto internacional de Sofia el día 29 de agosto, a eso de las 2 de la tarde (hora local) en un vuelo de Bulgaria Air procedente de Madrid, y nos hospedamos durante tres noches en la capital búlgara en el hotel Central Park, situado en el número 106 del bulevar Vitosha, que es la principal calle comercial de Sofia, frente al Palacio Nacional de la Cultura. Se trata de un hotel elegante de 4 estrellas y 77 habitaciones, con estupendas vistas de los parques cercanos y de los principales edificios del centro.
Sofia, con sus 1,3 millones de pobladores, es la mayor ciudad de Bulgaria, país cuya extensión es menor que la cuarta parte de España, siendo su población ligeramente superior a los 7 millones de habitantes. La parte norte de Bulgaria está dominada por la cadena de los Balcanes, mientras que en el sur se elevan los montes Ródope, estando separadas ambas cordilleras por la llanura de Tracia y otras planicies. Al norte, la frontera con Rumanía viene fijada por el río Danubio, dos de cuyos afluentes más importantes, el Iskăr (370 km) y el Yantra (290 km), cruzan el país. Otros ríos de consideración son el Kamčija (180 km), que desemboca en el mar Negro y, al suroeste, el Struma y el Mesta, que fluyen en dirección sur hacia el mar Egeo.
Una tercera parte de Bulgaria está cubierta de bosques de coníferas, hayas y robles. Posee yacimientos de hierro, carbón lignito, cobre, plomo, petróleo y gas natural. La mitad de la energía eléctrica se genera en centrales nucleares y el resto en instalaciones térmicas. Cultiva cereales, patatas, tabaco, girasoles, remolacha azucarera, tomates y vid. La ganadería se basa en aves, ovejas, cerdos y bovinos. La caballa representa el 65 % de las capturas de pesca. Las industrias más importantes son metálicas, químicas, textiles, alimentarias, de la construcción, del cuero y tabacalera. El turismo en la costa del mar Negro comienza a ser importante en la economía del país.
La mayor parte de Bulgaria tiene un clima continental, que se caracteriza por inviernos muy fríos y veranos cálidos, con temperaturas que oscilan entre -10 ºC-15 ºC en el invierno hasta 35 ºC en el verano.
El idioma oficial es el búlgaro; como dato curioso, es interesante reseñar que los búlgaros acostumbran a negar con la cabeza cuando quieren decir sí y a afirmar con ella cuando se trata de decir no. La moneda oficial de Bulgaria es el lev (plural, leva), que se divide en 100 stotinki. 1 euro equivale a 1,96 leva.
En el ranking de desarrollo, Bulgaria ocupa el 61º lugar. Posee, por cada 1000 habitantes, 89 ordenadores, 1402 teléfonos móviles, 231 automóviles, 6,4 camas en hospitales y 3,7 médicos. Su consumo anual de energía eléctrica es 4315 kWh por habitante.
Una de las cosas más interesantes de Bulgaria es su magnífica y rica gastronomía. Entre los platos más comunes se encuentran las alubias blancas, la col, las sopas, los platos de carne de cerdo o cordero y el famoso yogur, del que se dice que es el responsable de la longevidad de sus habitantes. El yogur búlgaro ha conquistado un privilegiado lugar en el mundo y el secreto de su elaboración parece ser la especial leche de búfala, receta que ha sido luego "comercializada" por el grupo Danone. Se cuaja la leche mediante el célebre lactobacterium bulgaricum, agente que solo puede desarrollarse plenamente en las condiciones geográficas y climáticas de Bulgaria. Son numerosos los países (desde Europa Occidental hasta el Japón), que poseen la licencia para producir yogur búlgaro, ya que sus propiedades y sabor son impresionantes. Citaremos los nombres de algunos platos típicos: Tarator (sopa fría semejante al gazpacho andaluz), Shopska Salata (ensalada preparada con tomate, pepino, pimiento asado y delicioso queso blanco búlgaro rallado y puesto encima), Snezhanka (tarator seco hecho con pepinos y yogur drenado), Kyopoolu (hecho a base de berenjenas y pimiento), Lukanka (una clase de salchicha típica del país y muy sabrosa), Pastarma (salchicha de ternera secada de manera similar al jamón español), Barbacoa Mix (hecha sobre carbones calientes: es un pincho de filete de cerdo, shishche (trozos de carne en una brochetta), kyufte (albóndigas) y kebabche (albóndigas alargadas), todo ello adobado con especias picantes), Musaka (que, a diferencia de la griega que contiene berenjenas, la búlgara se hace de patatas y carne molida; a todo ello se le añade por encima una mezcla de yogur, harina y huevos), Guiuvech (carne de vaca o cerdo, tomates, pimientos y guisantes, todo cocinado en el horno dentro de una vasija de barro), Kavarma (que consiste en trozos de carne de cerdo con cebollas guisadas, servido en pequeñas cazuelas de cerámica)…. Muy comunes en los restaurantes son los sabrosos medallones de carne; o los platos de carne de cerdo o de ternera guisada servidos con diversas salsas. En cuanto a quesos, existen dos clases: el Sirene (blanco) y Kashkaval (amarillo), los dos una auténtica delicia.
Para beber se recomienda probar la exquisita Rakia (aguardiente) de uva, ciruela o albaricoque o Mastika (una bebida con sabor anisado parecida al Ouzo griego); estas bebidas se suelen tomar con las ensaladas. Finalmente hay que probar los numerosos y buenos vinos blancos o negros del país, o las famosas cervezas Zagorka y Kamenitsa. Para postres disfrutar con Krem Karamel, Melba (helado con las frutas y crema), tortas artesanas, creps, Baklava (pasteles con nueces) y Kadaif.
Para desayunar, resulta excelente la Banitza (pasta tradicional rellena de queso búlgaro, espinaca o manzanas).
Sofia es la tercera capital europea más antigua, pues su historia se remonta a hace más de 7000 años. En tiempos de los tracios recibió el nombre de Serdica; los bizantinos la llamaron Triaditsa, y los eslavos Sredets, adquiriendo el topónimo definitivo en 1376.
Está situada a los pies del macizo Vitosha, en el valle de Sofia que está rodeado por montañas en todas direcciones. La ciudad, cuyas dimensiones son 30 x 40 km, está atravesada por algunos ríos bajos, incluyendo al Vladaya y al Perlovska. El río Iskăr en su curso superior fluye cerca del este de Sofía. La inestabilidad del subsuelo de la ciudad, conocida por sus numerosos manantiales y aguas termales, justifica la inexistencia en ella de edificios altos y rascacielos. En el siglo pasado, se construyeron presas y lagos artificiales.
Siguiendo los pasos de nuestro guía, Ilia Maslarov, visitamos la catedral de Sveta Nedelya, construida sobre el emplazamiento de una iglesia del siglo X, reconstruida en el siglo XIX y derruida casi por completo en 1925 tras el bombardeo perpetrado por comunistas radicales durante una misa a la que asistía el zar Boris III y su familia y que acarreó la muerte de 128 personas. Cuando estábamos en ella fuimos testigos de una boda según el rito ortodoxo. Por cierto, que en esta catedral nos sorprendió (lo mismo que habría de suceder en otros templos ortodoxos) la riqueza de su iconostasio, mampara de madera que separa la parte destinada a los fieles del presbiterio, zona a la que solo acceden, además de los sacerdotes, los padrinos durante los bautizos. La colocación de imágenes en los iconostasios sigue un código estricto: en la puerta central, llamada Puerta Real porque solo puede ser traspasada por el rey o el patriarca, se representa la escena de la Anunciación; a los lados, Cristo y la Virgen y, a continuación, San Juan Bautista y el santo al que esté consagrado el templo.
También nos maravilló el fervor religioso de los fieles y su forma de persignarse, tres veces consecutivas, con los dedos índice, medio y anular de la mano derecha unidos al pulgar, primero en la frente, después en el pecho, luego en el hombro derecho y por último en el izquierdo (al contrario que los católicos), acompañando el gesto con una inclinación de cabeza.
Los asistentes a misa permanecen de pie durante toda la ceremonia. De hecho, en las iglesias ortodoxas hay pocos asientos y están reservados a los enfermos. Además, la liturgia es más larga que en el rito católico, sobre todo en el caso de bodas y bautizos; por no hablar de la misa de Pascua, que puede durar varias horas, o en Navidad, cuando los fieles siguen al pope en procesión en torno a la iglesia.
Muy cerca de la catedral ortodoxa de Sveta Nedelya se encuentra la estatua de Sveta Sofia, escultura de bronce y cobre de 24 m de altura colocada en 2001 en la plaza Nezavisimost. Vimos la Casa del Partido, antigua sede del Partido Comunista búlgaro; la rotonda de Sveta Georgi, de ladrillo rojo, utilizada como iglesia desde el siglo VI y decorada en su interior con suntuosos frescos medievales; el Palacio de la Presidencia, cuya entrada principal custodian día y noche soldados ataviados con elegantes uniformes rojos y blancos del siglo XIX, chaquetas con trenzados y cascos emplumados; el antiguo Palacio Real; el edificio blanco del Parlamento de Bulgaria, construido entre 1884 y 1928, enfrente del cual se eleva la estatua ecuestre del Zar Libertador (Alexander II), de 14 m de altura, obra en bronce realizada por el italiano Arnaldo Zocci en 1905; el Teatro Iván Vazov, neoclásico, que domina el jardín de la Ciudad, con una fachada con columnas y un frontón con un relieve de Apolo rodeado por exuberantes musas; la iglesia de Sveta Sofia, la más antigua de la capital búlgara, construida en el siglo VI durante el reinado de Justiniano, y en la que fuimos testigos de los rituales típicos del velatorio de un cadáver; al lado, la tumba del Soldado Desconocido, monumento diseñado por el arquitecto Nikola Nikolov e inaugurado el 2 de septiembre de 1981; la iglesia Rusa, o de San Nicolás, con sus cúpulas doradas, una de las cuales se alza sobre un chapitel de color verde manzana….
Merece una mención especial la catedral de San Alexandûr Nevski, construida entre 1882 y 1924. Con sus 72 m de largo, 42 m de ancho y 52 m de alto y capacidad para 5000 personas, es una de las mayores catedrales cristianas ortodoxas del mundo. Está cubierta por un conjunto de cúpulas doradas cuyo oro, 900 kilogramos en total, se renueva cada 20 años. Su interior está ricamente decorado con mármol italiano, alabastro egipcio, ónice brasileño y mosaicos de oro en la más pura tradición ortodoxa del este.
También vimos la mezquita Bania Bashi, de 1576, con su alminar y su pórtico de entrada con arquerías, cubierto por tres pequeñas cúpulas; el Mercado Central, con un impresionante pórtico de entrada, en estilo art nouveau, adornado con el escudo de armas de Sofia y rematado por un reloj de tres esferas y los Baños Minerales, edificio construido en 1913 por los arquitectos Petko Momchilov y Friedrich Grünanger y coronado por tres cúpulas con azulejos art nouveau en la fachada.
Debajo de la estatua de Sveta Sofia, en un centro comercial subterráneo en la plaza Nezavisimost, se encuentra una diminuta iglesia, la de Sveta Petka Samardzhiiska. Se accede a ella a través de la cripta, presumiblemente de época romana, y se asciende por una moderna escalera de caracol hasta la nave, construida en el siglo XI y reforzada con hormigón en el siglo XX. En su interior se conservan fragmentos de frescos del siglo XVI en los que aparecen escenas del Nuevo Testamento.
Comprar en Sofia es una delicia, porque es una ciudad que sorprende por la gran cantidad de cosas que se pueden encontrar: ropa moderna, zapatos estupendos, joyas con diseños de cine, bisuterías que dejan la boca abierta, artesanía de primera calidad, iconografias de lujo, música, softwares a precios baratísimos, perfumes, colonias, artículos de piel, vinos, complementos, licores, objetos decorativos, antigüedades, reliquias comunistas, libros antiguos, piezas de arte, sellos de colección, copas o vasos de metal y refinado cristal, jarras de cerámica, objetos para la casa, etc. El centro neurálgico del “fashion shopping” de Sofia es Vitosha Bulevard, la calle más cara de la ciudad, en la que se ubican la mayoría de las boutiques más top: marcas internacionales como las de G.Ferre, Thierry Mugler, Versace, Exte, Estee Lauder, Max Mara, Sisley, Morgan, Bitsiani, United Colors of Beneton, Calvin Klein, Moschino, etc. En otras calles cercanas, como Graf Ignatiev, Pirotska y Solunska, se pueden encontrar artículos de moda con precios más baratos, apropiados para los salarios bajos de Sofia, que oscilan en promedio entre los 600 y 800 euros. Otra cosa que llama la atención es la gran cantidad zapaterías existentes; no se sabe si es porque los búlgaros caminan mucho o porque les apasiona este complemento; se pueden encontrar desde los zapatos más extravagantes hasta los más llevaderos y de diseño.
Los bazares típicos de la ciudad ofrecen ropas a bajo precio con una calidad muy inferior, pero son muy interesantes ya que permiten adquirir cosas estupendas con un pequeño gasto.
En el bulevar Vitosha, ya mencionado, abundan los bares con terrazas; en una de ellas, la del Green Bar, los chorros de agua pulverizada sirvieron varias veces para refrescarnos camino del hotel, y ayudarnos así a soportar las elevadas temperaturas que estos días sufre la ciudad. Y desde ella pudimos observar el alto grado de deterioro de muchos de los edificios de esta avenida peatonal, con terrazas desconchadas y gran cantidad de ropa tendida a secar.
En el extremo sur del bulevar se alza el Palacio Nacional de la Cultura (en búlgaro, Naroden Dvorest na Kulturata, abreviado como NDK), uno de los edificios modernos más emblemáticos de la ciudad, cuya construcción fue llevada a cabo entre 1978 y 1981. Se trata de una monumental edificación de cemento y vidrio de planta hexagonal que domina el espacio empedrado y los arriates de flores de la plaza Bûlgariya. En su interior alberga una gran sala de conciertos, con capacidad para 5000 espectadores, junto a otros auditorios y salas más pequeñas. Enfrente de él, nuestro hotel nos invita al descanso.
Pienso que conducir por las calles de Sofia -o de cualquier otra ciudad búlgara- puede resultar bastante complicado para un occidental que visite por vez primera este país, pues los letreros indicativos de calles, direcciones, señales de tráfico, etc. están escritos en caracteres cirílicos (desarrollados en el siglo IX por los discípulos de san Cirilo y san Metodio), y cuesta bastante, al menos al principio, darse cuenta de su significado. Este problema se agrava cuando se trata de restaurantes y museos. En lo que respecta al tráfico urbano, notamos con curiosidad que en Sofia, en algunos cruces de calles estratégicos, existen torretas elevadas un par de metros sobre el suelo, desde las que un “guardia” dirige el tráfico de una forma manual.
En lo que respecta a las matrículas de los coches, en Bulgaria, lo mismo que hace años en España, las placas llevan unas siglas que indican la provincia en que fueron matriculados los vehículos. Concretamente, nuestro autocar lleva las letras CA, correspondientes a Sofia.
El segundo día de nuestra estancia en Sofia comimos en un restaurante de la calle Parizh, muy cerca de la iglesia de Santa Sofía; y cenamos en las afueras de la ciudad, acompañados por un trío musical que nos obsequió con canciones españolas, que fueron acompañadas con un cortés aplauso de agradecimiento por nuestra parte.
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