Cruzamos el paso fronterizo y atravesamos el Danubio, muy caudaloso en esta región, por el único puente que une Bulgaria con Rumanía. En este momento nos acompaña una guía rumana, de nombre Andrea, que comienza a hablarnos acerca de las peculiaridades del país que vamos a recorrer.
Rumanía tiene una extensión de 238.391 kilómetros cuadrados (casi la mitad del tamaño de España), y en ella se pueden distinguir tres regiones geográficas principales claramente diferenciadas. Los Cárpatos describen la forma de una guadaña que, desde Serbia, se introduce hasta el centro del país para curvarse hacia el norte en dirección a Ucrania. El pico más alto de Rumania es el monte Moldoveanu (2544 m). Al oeste del arco de la cordillera hay grandes mesetas con valles y montes salpicados de idílicos pue¬blos y ciudades. Al sur y al sureste de los Cárpatos están las tierras bajas -fuente de casi toda la producción agrícola rumana-, que acaban en el mar Negro y en el segundo delta más grande de Europa formado por el Danubio antes de morir en el mar. Este río forma la frontera sur de Rumania y, junto a sus afluentes Siret y Prut, desagua el país entero. El curso fluvial provee a la nación de una fuente importante de energía hidroeléctrica. Otros ríos principales son: el Mureş, que recorre 768 km al oeste desde el noreste de Transilvania; el Olt, de 736 km, que forma un valle en los Cárpatos meridionales, al este de Sibiu, antes de discurrir hacia el sur en Rumania para después desembocar en el Danubio; y el Prut, de 716 km, que forma la frontera con Moldavia y se une al Danubio al este del delta.
En Rumania las temperaturas pueden variar enormemente según la época y zona del país. El invierno es bastante templado, especialmente cerca de la costa, pero en las montañas se debe prever cualquier condición climatológica. La temperatura media anual es de 11 ºC en el sur, de 7 ºC en el norte y de solo 2 ºC en las montañas. En verano se han llegado a superar los 40 ºC en Bucarest y en la costa del mar Negro, mientras que en la depresión de Braşov y la zona de Miercurea Ciuc, en Transilvania se han alcanzado temperaturas por debajo de –35 ºC. Las precipitaciones son abundantes en todo el año.
Los Cárpatos rumanos albergan la mayor concentración de grandes carnívoros de toda Europa, aproximadamente la mitad de la población de osos y un tercio de la de lobos del continente. En total, el país acoge 33802 especies animales (82 de ellas amenazadas).
Las aves del delta del Danubio constituyen un espectáculo visual, pues la zona es un importante centro de tránsito de aves que migran entre puntos tan lejanos como el Ártico ruso y el delta del Nilo. Alrededor del 60 % de la población mundial de cormorán pigmeo pasa por Rumania.
En el país crecen unas 3700 especies de plantas (39 de ellas amenazadas). Entre las variedades de flora alpina típica están la amapola alpina (Papaver alpinum), la Aquilegia transsilvanica y, en los Cárpatos meridionales, el protegido edelweiss (Leontopodium alpinum).
Los Cárpatos son unos de los montes menos explotados de Europa, con pastos alpinos por encima de densos hayedos, robledales y bosques de abetos y píceas.
En el ranking de desarrollo, Rumania ocupa el 63º lugar. Posee, por cada mil habitantes, 192 ordenadores, 1146 teléfonos móviles, 187 automóviles, 6,5 camas en hospitales y 1,9 médicos. Su consumo anual de energía eléctrica es 2401 kWh por habitante.
Posee yacimientos de petróleo, gas natural y carbón, que producen el 60 % de la energía eléctrica; el resto de energía se genera hidráulicamente. Otros yacimientos de menor importancia son de hierro, plomo, cinc y manganeso. El 40 % de la superficie de Rumania está cultivado: maíz, trigo, patatas, remolacha azucarera, fruta y uvas. Su cabaña ganadera está constituida por bovinos, porcinos, ovinos y aves de corral. En el mar Negro se captura el esturión. Son importantes la industria petroquímica, la de construcción, la naval y la textil.
Rumania tiene unos 22,2 millones de habitantes. Más del 45 % de la población rumana es rural. De la población urbana, prácticamente 2 millones se concentran en la capital Bucarest, una ciudad millonaria del país, seguida de Cluj-Napoca (318.000 habitantes) cabeza de un nutrido grupo de ciudades de población cercana a los 300.000 habitantes (Timişora, Iaşi, Constanza, Galaţi, Braşov, Craiova). La inmensa mayoría de la población (89,5 %) son rumanos, de lengua rumana (91 %) y religión ortodoxa (86,8 %). El segundo grupo étnico más numeroso son los húngaros (6,6 %), seguidos por los gitanos (2,5 %) los ucranianos y los alemanes (cada uno el 0,3 %). Los rusos y los turcos representan ambos el 0,2 %. Alemanes y húngaros viven casi exclusivamente en Transilvania, mientras que ucranianos y rusos residen fundamentalmente cerca del delta del Danubio; los turcos se encuentran en la costa del mar Negro.
Los gitanos, romaníes o ţigani suponen de forma no oficial alrededor del 10 % de la población de Rumania y se encuentran entre los habitantes más desfavorecidos del país. Viven en pueblos y ciudades, pero también en aldeas, donde suelen habitar en casas apartadas del resto. Desgraciadamente, la situación de los romaníes era mucho mejor antes de 1989 que en la actualidad, aunque los comunistas no reconocían su condición de minoría. Hoy día, muchos rumanos consideran a los “irresponsables ţigani” como una amenaza para su propiedad y su sustento, pues algunos han amasado grandes fortunas en el mercado negro, y el resentimiento hacia ellos se ha agravado por las grandes mansiones que han construido para mostrar su riqueza. En Rumania, la mala reputación de los romaníes se ha forjado a lo largo de cientos de años. Durante la mayor parte de ese tiempo han vivido en la esclavitud. En los siglos XIV y XV, príncipes respetados como Mircea I de Valaquia y Esteban III de Moldavia compraron familias enteras de gitanos en los mercados de esclavos de Crimea. A menudo se enviaban como “regalo” a los monasterios, donde hacían los trabajos más denigrantes y agotadores, sin disfrutar de ningún tipo de derechos. Sin embargo, no todos los gitanos compartían el mismo destino: algunos grupos podían desplazarse y se ganaban la vida merced a sus habilidades comerciales. Los gitanos rumanos fueron liberados de la esclavitud en 1862 por Mihail Kogălniceanu, uno de los grandes estadistas liberales de Rumania. Durante la Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de ellos fueron deportados a campos de exterminio. Los comunistas rumanos los trataron mejor, y hasta la década de 1970 algunos romaníes continuaron sobreviviendo en la carretera, obedeciendo a su bulibasha (rey) en lugar de a las autoridades estatales. Algunos romaníes han comenzado a hacerse escuchar, y se están realizando intentos para ayudar a los menos afortunados a integrarse de una forma más completa en la sociedad.
La lengua oficial es el rumano, el único idioma de la Europa del este que pertenece al tronco de las lenguas románicas. El idioma rumano, aislado del resto, ha seguido una evolución particular dentro de las lenguas románicas, sufriendo influencias eslavas, turcas, griegas, magiares, etc. Es sorprendente la facilidad que tienen los rumanos para aprender idiomas, en especial el español, sin necesidad de estudiarlos; ello se debe a que ven telenovelas subtituladas, los “culebrones” que les llegan de Sudamérica, y también de España, y que en Rumanía alcanzan cotas muy elevadas de audiencia.
La unidad monetaria rumana es el leu (en plural, lei), una moneda que ha sufrido recientemente una fuerte devaluación. Existen billetes de 2.000, 5.000, 10.000, 50.000, 100.000, 200.000 y 500.000 lei y monedas de 1.000, 5.000 y 10.000 lei. Un leu está dividido en 100 bani (en singular ban). Desde el 1 de julio de 2005, entró en circulación el nuevo leu (RON) que reemplaza al antiguo (ROL), equivaliendo 1 leu nuevo a 10.000 lei "antiguos". La equivalencia es: 1 € = 4,61 RON.
La variedad gastronómica rumana es grande y en cada región encontramos platos exquisitos, especialidades deliciosas con muchos caldos y sopas, cremas de verduras y muchos preparados de carne y también postres estupendos. Mămăligă es una masa de harina de maíz similar a la polenta que se puede hervir, comer o freír. Tradicionalmente se servía cubierta de brânză, queso de oveja salado. Puede ser terriblemente sosa (y muy consistente), especialmente la de las cafeterías y restaurantes pequeños, pero si es casera y está acompañada de smântână (nata agria) resulta bastante agradable. La ciorbă (sopa) es otro pilar de la dieta rumana y protagonista sistemático en las comidas. Procedente de la turca çorba, es un delicioso reconfortante de sabor ácido para los fríos días de invierno que suele servirse con una cucharada de smântână. Merece la pena probar la ciorbă de burtă (sopa ligera hecha con ajo y tripas de vaca), el favorito local con diferencia. Otras sopas populares son la ciorbă de perişoare (sopa con especias, albóndigas y verduras), y la ciorbă de legume (sopa de verduras cocinada con caldo de carne). A menudo se añade bors (mezcla líquida fermentada de salvado y agua) con limón o zumo de chucrut para lograr un sabor ácido. La tochitură se encuentra en casi todos los menús del país. Aunque existen discrepancias regionales, suele componerse de carne de cerdo frita, mezclada a veces con otras carnes, en salsa de pimienta acompañada de mămăligă y con un huevo frito por encima. En los restaurantes más baratos puede estar terriblemente salada y su carne correosa, pero si está bien cocinada es deliciosa. Otro plato popular es el sarmale (hojas de col o de parra rellenas de carne sazonada y arroz), legado de los días de dominio otomano. Los restaurantes y bares al aire libre generalmente ofrecen mititei o mici (rollos de carne picada con especias a la parrilla). Entre los postres típicos se encuentran la plăcintǎ (empanadas), el clǎtitet (creps), el cozonac (brioche) y el îngheţată (helado). La sarailie es una riquísima tarta de almendras bañada en sirope; los papanaşi son bollos rellenos de queso cubiertos de mermelada y nata agria; y los hurtos kalacs son unos enormes donuts recubiertos con una capa de azúcar o de chocolate. Para disfrutar de un tentempié rumano, se recomiendan los vovrigi (anillos de pan duro salpicados de cristales de sal).
El vino rumano todavía no ha alcanzado su mayor potencial, pero promete mucho. Los tintos y los blancos, muchos de los cuales son ligeramente dulces y deliciosos, proceden principalmente de cinco regiones: la meseta de Târnave (en las afueras de Alba Iulia, en Transilvania), Cotnari (en las afueras de Iaşi, en Moldavia), Murfatlar (cerca de la costa del Mar Negro), Dealu Mare (al sur de los Cárpatos, al este del valle de Prahova) y Odobeşti (en Moldavia del sur). Los vinos que ingeniosamente llevan la etiqueta de Drácula suelen destinarse a la exportación; sin embargo, los mejores son las variedades artesanales locales o vinos como el Feteasca Negra de Cotnari (tinto ligeramente dulce), la Grasa de Cotnari (blanco dulce), el Feteasca Regala (Espumoso de las afueras de Alba Iulia) y los característicos Chardonnay, Cabernet Sauvignon y Pinot Gris de Murfatlar. Aunque la producción vinícola se vio perjudicada durante el comunismo, después de 1989 se reactivó con la privatización. Tras una preocupante falta de financiación para toda la industria a mediados de la década de los 2000, la situación está mejorando. El vino tinto se llama negru o roşu y el blanco, vin alb; sec significa “seco”; dulce, “dulce” y spumos, “espumoso”.
En el norte de Dobrogea se pueden encontrar cafeterías que hacen un café turco excelente, con un espeso sedimento al fondo y una generosa cucharada de azúcar. A menos que se pida expresamente, el café y el ceai (té) se sirven solos y con azúcar. Si se quiere con leche, se debe pedir cu lapte, y sin azúcar, fără zahăr. Merece la pena probar las bebidas más fuertes. La ţuică es un brandy transparente filtrado una vez, hecho de fruta fermentada (la más deliciosa y popular es la ciruela ţuică), normalmente con una graduación del 30 %. La palincă (llamada harinca en Maramureş y jinars en la región de Cluj-Napoca) sorprenderá: es parecida, pero se ha filtrado dos veces y su graduación está en torno al 60 %. Ambos licores suelen hacerse en casa, donde el destilado resultante acostumbra a ser mucho más sabroso que las versiones comparadas en la tienda o mucho más fuerte, provocando escalofríos. En el norte de Moldavia, los licores artesanales se llaman samahonca, palabra similar a la rusa.
Estamos ya en Rumanía y poco a poco el autocar va atravesando la campiña al sur de Bucarest hasta llegar a la capital, cuyos suburbios parecen bastante pobres. A lo largo de la calle vamos viendo varios cementerios, que no constituyen el lugar más agradable para el turista. Paramos a cambiar moneda (en los bancos rumanos no quieren cambiar dinero búlagaro), y continuamos hasta el mismo centro de la ciudad, donde comemos en el restaurante Locanta Jaristea, en la stradă George Georgescu, números 50-52, no lejos del Palatul Parlamentalui; se trata de un establecimiento de ambiente agradable y servicio impecable, que ofrece comida rumana.
Desde allí seguimos hacia el norte, con un nuevo guía, Alexandru, de aspecto marcial. Pasamos por Ploieşti, la ciudad del petróleo, importante en otros tiempos, aunque hoy día poco conserva de su antiguo esplendor económico. La extracción comercial del petróleo comenzó en Rumanía a mediados del siglo XIX, cuando los campesinos de la zona excavaban los pozos a mano, sacaban la tierra a capazos con ayuda de cuerdas y recogían el combustible en cubos izados por poleas. Esta utilización rudimentaria del crudo permitió a un ingeniero llamado Mehediuzeano lanzar la idea de alumbrar Bucarest con petróleo refinado, lo que era una sorprendente innovación técnica para aquel tiempo.
A medida que nos vamos internando en Rumanía, vemos multitud de fábricas desmanteladas o abandonadas. Nuestro guía nos informa acerca de la triste realidad del país, cuyos habitantes se ven abocados a emigrar para lograr la subsistencia. Además, el problema medioambiental es alarmante: en medio de una belleza indescriptible se tropieza con decenas de latas de cerveza aplastadas o se divisa una pila de basura flotando en un arroyo. La UE hizo dos críticas fundamentales a Rumania: la gestión de residuos y la contaminación del agua. Según algunas ONG, lo prioritario es sensibilizar a la población sobre la conservación del medio ambiente.
Desde 1990 se han realizado muchas mejoras medioambientales en Rumania; entre otras, la limpieza de un depósito de residuos químicos y nucleares en Sulina; la construcción de nuevas chimeneas en Baia Mare, el mayor centro rumano de metalurgia no ferrosa; el cierre de plantas en Giurgiu y Copşa Mică y la instalación de filtros especiales en otras.
Aunque la contaminación producida por las fábricas se ha reducido a la mitad, en algunas zonas la contaminación atmosférica sigue superando los niveles aceptables y al delta del Danubio le queda mucho para poder considerarse un entorno limpio, sobre todo teniendo en cuente el creciente uso de fertilizantes en la agricultura.
Durante 2006 hubo mucho conflicto sobre la minería de Roşia Montană, en especial después de la catástrofe provocada en 2000 por una mina de oro de Baia Mare, que vertió 100.000 m3 de agua contaminada con cianuro a los ríos Tisa y Danubio; cinco años más tarde, la ONU informó que aún no se habían controlado adecuadamente los riesgos. En 2006 Rumania recibió un préstamo de 55 millones de euros para modernizar su suministro de agua y adaptarlo a los estándares comunitarios.
Hace calor en Rumanía y parece que se aproxima una tormenta. Recorremos el valle de Prahova y, después de 320 kilómetros desde Veliko Tarnovo, llegamos a Sinaia, llamada la “Perla de los Cárpatos”, localidad de montaña con unos 12.500 habitantes, rodeada de cimas superiores a 2000 metros, en el alto valle de Prahova, al pie del macizo de Bucegi. Su éxito turístico ininterrumpido se remonta al siglo XIX, cuando fue residencia veraniega de la corte. Sigue siendo muy frecuentada, incluso por turistas de un día, gracias a sus monumentos, buenos restaurantes y remontes para la práctica de esquí en invierno. Tiene magníficos hoteles -nosotros nos hospedamos y cenamos en el hotel New Montana, con instalaciones ultramodernas (piscina cubierta, gimnasio, sauna y sala de masajes), situado en el número 14 de Bulevard Carol I- y un Casino (recuperado en 2004) de comienzos del siglo XX, con teatro incluido.
Históricamente, Rumanía ha estado dividida en tres regiones: Valaquia, al sur; Transilvania, al norte, y Moldavia, al este. Nosotros ahora nos encontramos en la parte norte de Valaquia, y en el transcurso de nuestro viaje nos internaremos en Transilvania.
El monasterio de Sinaia es un complejo de edificios de diversas épocas. Una vez dentro del recinto, se ve primero la biserica mare (iglesia grande) de 1842-1846, dedicada a los santos Pedro y Pablo. Su aspecto actual se debe a la restauración de los años 1897-1903, cuando el arquitecto Lecomte de Noüy la transformó en el típico edificio “neorrumano”, mediante la incorporación de elementos de la antigua arquitectura de Valaquia (el brău, el cordón de cerámica amarillo y verde; y el pórtico con columnas de piedra labrada con motivos florales, que se repite en la portada) y Moldavia (alternancia de piedra y ladrillo; rica decoración interior). Los frescos neobizantinos sobre fondo de oro son obra del danés Ahge Exner; los del muro oeste, en estilo tradicional rumano, representan al metropolita de la época, los reyes Carol I y Elisabeta y su hija María en el acto de ofrenda del templo. Púlpito, sillería del coro e iconostasio son de madera de tejo y roble tallada y dorada.
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