La ciudad de Braşov, con casi 300.000 habitantes, está situada en una depresión de los Cárpatos meridionales, al sur de Transilvania, a 46,4 km de Sinaia y a unos 166 km de Bucarest. Es una de las cinco ciudades rumanas más importantes y, sin embargo, ha sabido darle a su precioso casco histórico el aspecto de un pequeño burgo rodeado de naturaleza. Lo que sin duda debe a su particular situación geográfica, justo a los pies de altos montes, casi en un embudo, por lo que se ha visto forzada a crecer solo hacia el nordeste, manteniendo gran parte de la zona antigua rodeada de frondosos bosques. Es uno de los principales destinos de turismo interior; de ahí que cuente con atractivas tiendas, bastantes edificios de época sajona y numerosos restaurantes.
Su nombre deriva de la palabra eslava barasu, que significa fortaleza. El nombre alemán, Kronstadt, significa "Ciudad Corona" y se refleja en el escudo de la ciudad, así como en la denominación medieval latina de "Corona". Entre 1950 y 1960, la ciudad fue llamada Oraşul Stalin (en rumano, La ciudad de Stalin), en honor al dirigente ruso.
La región fue habitada por los dacios y romanizada en el año 106 d.C. En la época de las olas migratorias, eslavos, búlgaros y, finalmente, magiares (siglos IX-X) se mezclaron con la población protorrumana. En el siglo XIII llegaron los sajones, seguidos por los Caballeros Teutónicos llamados por Andrés II de Hungría. A los sajones se debe la construcción de la primera fortaleza, Brassoviaburg. En tiempos de las incursiones de mongoles y otomanos, se levantó la muralla. En el siglo XVI, Braşov era la ciudad más grande de Transilvania, el principal emporio de los tres voivodatos y el primer foco cultural. La renovada amenaza otomana y la dominación austriaca no lograron detener el ritmo de expansión económica de la ciudad. Bajo el imperio austro-húngaro, Kronstadt, como se llamaba entonces, conoció un gran desarrollo comercial y cultural. Aunque sufrió graves daños en el terremoto de 1940, en cambio salió bien parada durante la Segunda Guerra Mundial. Durante la posguerra se instalaron tantas industrias en la ciudad que durante algunos años llegó a ser la segunda población de todo el país. Sus inmensos barrios obreros fueron escenario en 1987 de un levantamiento popular contra el régimen de Ceauşescu que terminó en un brutal baño de sangre.
Hasta la década de los setenta, vivía en Braşov una considerable minoría de lengua alemana, que se vio empujada por Ceauşescu a abandonar el país. A partir de 1989, comenzó un nuevo éxodo de los descendientes de los antiguos colonos sajones, hasta el punto de que hoy en día no queda nadie de origen germano en la ciudad.
En Braşov, recorrimos la stradă Republicii, calle peatonal que constituye la arteria central del casco antiguo, flanqueada por edificios pintados en ocre y tonos pastel y repleta de tiendas selectas y agradables terrazas; y luego nos recreamos en la piaţa Sfatului (plaza del Consejo), rodeada de cafés y restaurantes, que hacen de ella la zona más animada de la ciudad, tanto de día como de noche; aquí se encuentran la casa Sfatului (casa del Consejo), con su torre de vigía, de 48 metros de altura, y la casa Negustorilor (casa de los Comerciantes), edificio renacentista de 1539-1545, que era la sede de los mercaderes y artesanos de la ciudad.
Merece una mención especial la biserica Neagră, la iglesia más grande de Rumanía, construida entre 1383 y 1477. Recibe el nombre de “negra” desde el incendio sufrido en 1689. El exterior es de estilo gótico florido, con una torre de 65 metros de altura, muros reforzados con contrafuertes, ábside poligonal y seis portadas de épocas distintas. En el interior se aprecian tres naves de gran amplitud y la misma altura, y destaca una colección de 119 alfombras orientales, así como un espléndido coro con un famoso órgano de 4.000 tubos, construido en 1839; es digno de reseñar que la sillería del coro es móvil, para poder asistir tanto a la función religiosa (de rito evangélico y en lengua alemana) como a los conciertos de órgano.
Al sur del casco antiguo, la piaţa Unirii acoge en su centro el monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial (1939), y está dominada al sur por la biserica Sfântul Nicolae, catedral ortodoxa construida en madera en 1392 y reemplazada por una iglesia gótica en 1495, cortesía del príncipe valaco Neagoe Basarab (1512-1521), y posteriormente reformada en estilo bizantino. En 1739 fue ampliada y redecorada profusamente. Dentro hay murales de los últimos reyes de Rumanía, que fueron recubiertos para protegerlos de los comunistas y sacados de nuevo a la luz en 2004.
Junto al templo están las dos salas del Primer Museo Escolar Rumano, donde se acumula una vasta selección de libros y objetos antiguos, como la primera Biblia en ruso (1581), la bandera de coronación del rey Ferdinand, de 1922 (hallada en 2006), y libros escolares del siglo XV que advierten: “Quien robe este libro será maldito (…) su sangre se fundirá en su cuerpo (…) su ojo izquierdo se secará”. No hay indicaciones en inglés, pero sí guías.
Desde el monte Tâmpa, al que se sube en teleférico, se obtiene una preciosa panorámica de la ciudad. Allí, precisamente, está colocado un enome rótulo con el nombre de Braşov, emulando el tan conocido de Hollywood.
Al atardecer, cenamos en el restaurante Ardelenesc, de la cadena Sergiana, en Mureşenilor 28, y nos hospedamos en el hotel Ramada, en el número 13 de la calle Bucureşti, en Poiana Braşov, una estación de invierno situada a 12 kilómetros del centro del municipio.
Al día siguiente, 5 de agosto, salimos de Braşov con destino a Sighişoara, siguiendo una carretera en obras -lo aparece indicado por las señales “Drum in lucru”-, con baches, estrechamientos y paradas obligatorias que alargaron considerablemente la duración del viaje. El estado de las carreteras rumanas parece algo en consonancia con una antigua tradición de los Cárpatos, que aconsejaba no reparar los caminos, porque los turcos sospechaban que el arreglo serviría para traer tropas extranjeras, y tomaban inmediatamente represalias.
Sighişoara es una ciudad de Transilvania de 26.370 habitantes (2011), situada a orillas del Târnava Mare, a 119 km de Brasov. La ciudad alta, todavía rodeada enteramente por las antiguas murallas, es uno de los conjuntos monumentales más espléndidos de toda Rumania, declarado Patrimonio de La Humanidad por la Unesco. Conserva numerosos testimonios medievales y una atmósfera apacible que invita a pasear por sus calles desiertas y empinadas, sus jardines y plazas con bancos donde sentarse y restaurantes típicos o cafés al aire libre, si se visita en verano. Posee una floreciente industria vinícola gracias a los viñedos que cubren las colinas de los alrededores, aunque la artesanía y la industria textil son sus principales actividades.
Con el nombre de Castrum Sex, Sighişoara fue fundada en el siglo XII por colonos sajones, y resistió a la ola migratoria de la población mongol (1241). En el siglo XV se convirtió en una ciudad libre. Durante dos siglos estuvo gobernada por unos gremios que le proporcionaron riqueza y esplendor. Es la patria del célebre Vlad Ţepeş, voivoda de Valaquia, nacido en esta ciudad en 1431 y también del ingeniero aeronáutico Hermann Oberth, considerado inventor de los misiles V1 y V2.
Una vez aparcado el autocar en las afueras de Sighişoara, penetramos en el recinto amurallado a través de turnul Croitorilor (torre de los Sastres) de los siglos XIII-XIV. Esta es una de las nueve torres que continúan en pie de las catorce que en su día constituyeron la muralla de la ciudad, mantenida cada una de ellas por un gremio de artesanos; las otras ocho son: la del Reloj, la de los Curtidores, la de los Estañadores, la de los Cordeleros, la de los Carniceros, la de los Peleteros, la de los Zapateros y la de los Herreros. Desde la torre de los Sastres seguimos hasta la piaţa Cetăţii, la principal de la ciudad alta, rodeada de edificios de épocas renacentista y barroca. El más curioso de ellos es la Hirscherhaus, de estilo renacentista transilvano, más comúnmente conocida como casa cu cerb, por la cabeza de ciervo de madera, con cuernos de tamaño natural, colocada como adorno en la fachada del edificio. En esta plaza tenían lugar mercados, ferias de artesanos, ejecuciones públicas, empalamientos y procesos por brujería; hoy está llena de tenderetes donde se pueden adquirir dibujos, baratijas, postales e iconos de mala calidad.
Fuimos a continuación a la turnul cu Ceas, también llamada torre del Consejo en recuerdo de un edificio anterior que hasta 1556 acogió a la Asamblea de la ciudad. También llamada torre del Reloj, es el símbolo de Sighişoara. Data de 1676, tiene 64 metros de alto y está rematada por cuatro torrecillas que coronan la aguja principal. En 1648 se le añadió el carillón, con diversas figuras de carácter simbólico (las que están fijas en lo alto representan los días de la semana) de 80 cm de altura, talladas en madera de tilo: las tejas de cerámica policromada que recubren el tejado se colocaron en 1891. Desde 1898 la torre es sede del Muzeul de istorie, ocho salas donde se expone una colección que ilustra sobre la historia de la ciudad desde la época dacia hasta el siglo XX. Destaca una maqueta de la ciudad alta; entre los documentos más recientes se señalan los relativos a Hermann Oberth.
Bajamos de la torre, donde sacamos multitud de fotografías del entramado urbano de la ciudad. Su base está horadada por un arco bajo el cual pasa la calle con soportales de madera que conduce al pie de la ciudadela. Junto a la torre hay una terraza de piedra que sirve también de mirador, y desde la cual puede verse un bosquecillo de árboles; hay cerezos y almendros que se desparraman por la ladera sobre el valle del río Tarnava Mare.
Tras bajar de la torre, visitamos la biserica mănăstirei, cuyo aspecto actual es fruto de una remodelación realizada en 1677-1678 sobre un templo construido en los siglos XIII-XIV; y, al otro lado de la iglesia, la casa en la que vivió de 1431 a 1435 Vlad Dracul, hijo de Mircea el Viejo y padre de Vlad Tepeş. Una pequeña placa sobre la pared lisa lo advierte, y muchos turistas despistados piensan en seguida en el conde de largos colmillos; pero no se trata de él, sino de su padre, Vlad II, el caballero de la Orden del Dragón que fuera importantísimo voivoda de Valaquia.
Desde allí, nos dirigimos hacia la Scara Şcolii, una preciosa escalera de madera cubierta (1642) con 177 escalones que sube hasta la parte más alta de la ciudadela, donde se encuentra la Berghirche (iglesia de la Colina), evangélica, construida en 1345 sobre una capilla románica del siglo anterior y reconstruida en épocas diferentes. De la fachada destacan las magníficas ventanas del lado izquierdo y las estatuas del siglo XIV que adornan el ábside; en el interior, con planta de tres naves, cabe señalar los frescos, de 1488, las losas sepulcrales y varias estatuas del siglo XIV.
Frente a la entrada, detrás de la iglesia hay un cementerio alemán lleno de encanto. También detrás de la iglesia están los restos de la torre de los Orfebres. Hasta 1875 existieron los gremios de orfebres, sastres, carpinteros y hojalateros (los únicos cuyos talleres se encontraban dentro de la ciudadela).
Comimos en la ciudad baja, en el restaurante Cavaler, enfrente del cual se yergue, al otro lado del río Târnava Mare, la Catedrala ortodoxă, construida a comienzos del siglo XX.
Desde Sighişoara proseguimos el camino (95 km) hasta Sibiu, importante centro económico y cultural de Transilvania con unos 155.000 habitantes. Por la ciudad pasan el río Cibin y carreteras nacionales e internacionales. Sibiu es también un importante nudo ferroviario de Rumania, ya que se encuentra en la intersección de las líneas principales este-oeste y norte-sur.
Sibiu es una de las ciudades más prósperas de Rumania, y se beneficia de la más elevada inversión extranjera del país. Es sede de importantes empresas del sector automovilístico (Bilstein-Compa, Takata, Continental y SNR Roulments) y, también, alberga empresas que se dedican a la producción de componentes para máquinas de textiles, agro-industriales, y de componentes eléctricos (Siemens). Además, Sibiu es la sede de la segunda bolsa de valores más grande de Rumania (después de la de Bucarest), la Bolsa de Valores de Sibiu.
A lo largo del año 2007, Sibiu fue (junto con Luxemburgo) la Capital Europea de la Cultura. Este ha sido el evento cultural más importante que haya tenido lugar en la ciudad y esto ha atraído un gran número de turistas, tanto nacionales como extranjeros.
De origen romano (Cibinum) y posteriormente sajona (Hermannstadt), Sibiu constituía en la Edad Media uno de los vértices del triángulo defensivo establecido por los Caballeros Teutónicos para contener las incursiones que llegaban del sur. Esta plaza fuerte, que cerraba el camino al valle del Olt, tuvo un gran desarrollo comercial y conoció un largo período de prosperidad. Cuando en los siglos XIV y XV el comercio cayó en crisis a causa de la expansión del imperio otomano, florecieron en la ciudad las profesiones artesanales, creándose talleres que pronto se organizaron en gildas. Resulta curioso comprobar cómo los gremios artesanales se dedicaron entonces a fabricar aquello con lo que antes se había comerciado, sobre todo las alfombras persas. Los gremios se convirtieron en los centros de poder económico y de gestión de la administración, hasta el punto de que fue a ellos a quienes se confió la defensa de la ciudad. Fueron las propias gildas las que levantaron la muralla y los bastiones (cada gremio, un tramo) y subvencionaban a los ejércitos que habían de defenderles.
El casco antiguo de Sibiu se extiende a lo largo de la ribera derecha del río Cibin, sobre una colina localizada a unos 200 m del mismo. Se compone de dos entidades diferentes: la Ciudad Alta y la Ciudad Baja. Tradicionalmente, la Ciudad Alta era la zona más rica y el lugar donde se localizaban los comercios, mientras que la Ciudad Baja era mayoritariamente industrial.
Al llegar a Sibiu, el autocar aparcó en el bulevard Corneliu Coposu, muy cerca de stradă Cetaţii, donde se conserva un tramo íntegro de la tercera muralla, del siglo XVI; al lado, el foso está hoy transformado en zona verde. Seguimos hacia el norte, hasta llegar a la piaţa Mare (plaza Grande). Esta plaza, corazón de la ciudad antigua, es, con sus 142 m de largo y 93 m de ancho, la mayor de la ciudad; rodeada de palacios de tejados a dos aguas, en muchos de ellos se pueden ver unas curiosas buhardillas en forma de ojo. Cabe destacar la casa Haller, gótica; la iglesia romano-católica, barroca, coronada por la torre del Reloj; el monumento a Gheorghe Lazăr; el palacio Brukenthal, de estilo barroco-vienés, que fue la residencia principal del gobernador de Transilvania Samuel von Brukenthal, y el museo de Historia.
Desde la piaţa Mare llegamos a la piaţa Mica (plaza Pequeña), pasando bajo la turnul Sfâtului (torre del Consejo), construida en 1588 sobre los restos de una torre del siglo XV que formaba parte de la segunda muralla. La piaţa Mica es más pequeña y más larga que ancha y está conectada a otras plazas y calles por medio de callejones pequeños y estrechos. Desde ella se accede a la parte baja de la ciudad por medio de la calle Ocnei, que pasa bajo el puente del Mentiroso (en alemán, Lügenbrücke), el primer puente de hierro forjado en el actual territorio de Rumanía (1859), que tiene unos 5 metros de longitud y 1,6 metros de altura, siendo su apertura de 10,5 metros. Fue construido en Laubach, en la tierra de Hessa y montado en Sibiu, reemplazando otro puente anterior. Se le llamó "El Puente de los mentirosos" pues, según una leyenda, el puente se derribará si alguien que está sobre él dice una mentira. En la tradición local también circulan otras leyendas, en lo que concierne a los enamorados o a las mujeres que vendían en la zona. Sin embargo, la realidad parece ser otra, ya que el puente no tiene pilones en los que apoyarse y, por eso, fue llamado en alemán Liegenbrücke, que significa: El Puente reclinado. El nombre, como es casi homófono con Lügenbrücke (El Puente de los mentirosos), hizo surgir las leyendas y anécdotas mencionadas. La piaţa Mica, espacio reservado antiguamente para el mercado, ofrece todavía un aire medieval, ya que conserva a su alrededor las calles de los artesanos de los siglos XV y XVI con el pórtico corrido.
La piaţa Huet es el lugar donde se construyeron las primeras fortificaciones, por lo que las construcciones que la rodean son principalmente góticas; en esta plaza vimos la iglesia evangélica, una gran basílica en estilo gótico tardío construida entre los siglos XIV y XVI sobre el lugar que ocupaba una iglesia románica anterior del siglo XII. Fue destruida por los otomanos en 1438 y treinta años más tarde fue reconstruida. Posee una poderosa torre de cinco puntas y 74 metros de altura, y ante su fachada se alza la estatua en bronce del obispo Teutsch.
A continuación nos desplazamos hasta la Catedrala ortodoxă, en la calle Mitropollel, edificio neobizantino de los años 1902-1906; y luego paseamos por la stradă Nicolae Bălcescu, peatonal y flanqueada por bellos palacios de estilo centroeuropeo que acogen las tiendas más exclusivas de la ciudad.
Cayendo la tarde, el autocar nos recogió para llevarnos a cenar a Sibiel, un pueblo situado a 21 kilómetros al oeste de Sibiu, típicamente sajón y con una tradición turística que se remonta a la época del pasado régimen, ya que entonces esta localidad se incluía en las rutas para extranjeros, a fin de mostrar la prosperidad y el orden que reinaban en el campo rumano, características que se debían -y se deben- a la presencia de los laboriosos campesinos sajones y al hecho de que aquí la tierra no estaba gestionada por el estado sino por pastores y campesinos, quienes trabajaban las pequeñas parcelas que se les concedían como actividad secundaria. Hoy, las casas más amplias del pueblo se han transformado en granjas de agroturismo que acogen al visitante con gran cordialidad pero sin invadir su intimidad, y en las que se pueden degustar los mejores platos de la región, preparados por los propios granjeros. Una de estas es casa Reghina, en la calle céntrica del pueblo, a donde nos llevaron a cenar. Pese a todas las expectativas, ni la cena ni el lugar fueron acogidos con agrado: fue demasiado el tiempo invertido en el trayecto y la calidad y abundancia de la comida, en especial el postre, no resultaron muy satisfactorias.
Nos hospedamos en el hotel Golden Tulip Ana Tower, ubicado en la stradă Scoala De Inot número 2. Por causas que esperamos no hayan sido intencionadas, nos asignaron una habitación “single”, mientras que la doble que tal vez nos correspondía fue usufructuada por el guía Alexandru. Nos costó bastante tiempo y trabajo aclarar la situación, más que nada por el bajo dominio del inglés por parte de los empleados del hotel, y al final tuvimos que pasar la noche en una cama de 1,20 metros de anchura.
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