jueves, 26 de marzo de 2009

Cuando no haya petróleo

En estos últimos tiempos raro es el día que en los medios de comunicación no sale a relucir el tema de la energía: que si el precio del petróleo sube o baja, que si en enero dejaron de aplicarse las antiguas tarifas eléctricas, que si es necesario implantar medidas de ahorro energético… Es un tema que siempre está presente en los telediarios de todos los países, y suscita tanto por parte de especialistas como de profanos opiniones de todo tipo, cuyo análisis me induce a plantear una serie de consideraciones.
En primer lugar, la energía es el “motor” que mueve el mundo, y su demanda ha ido aumentando en el transcurso de los siglos, hasta el punto de que la actual multiplica por 100 las necesidades energéticas de la Prehistoria. En segundo lugar, es necesario tener presente que hoy día las principales fuentes de energía son los combustibles fósiles: el carbón y, sobre todo, el petróleo. Un tercer hecho, de todos conocido, es que estos combustibles se van agotando de forma progresiva, aunque no existe uniformidad a la hora de fijar la fecha de su extinción.
¿Qué podemos hacer cuando llegue ese momento? ¿Qué tipo de energía hará funcionar a los vehículos automóviles? ¿De dónde obtendremos la energía eléctrica necesaria para usos domésticos e industriales?
No voy a dar respuesta a estas preguntas. Solo intento que mis lectores reflexionen por sí solos sobre el futuro que nos aguarda. Hay que tener en cuenta que la energía hidráulica de nuestros ríos está prácticamente aprovechada al máximo, y en cuanto a las energías llamadas alternativas no cabe esperar, al menos en un futuro inmediato, que sean capaces de reemplazar totalmente a las tradicionales.
Dentro de pocos años los coches ya no utilizarán combustibles derivados del petróleo. Con toda seguridad, serán coches eléctricos o híbridos que harán uso del hidrógeno para sus pilas de combustible o de litio para sus baterías; y tanto en un caso como en otro precisarán energía eléctrica. En Francia y otros países de la Unión Europea disponen de centrales nucleares que cumplen esta finalidad. En España, como somos más listos, importamos energía eléctrica de Francia. ¡Así no nos “contaminamos”! Pero, ¡ojo!, tampoco podremos quejarnos del importe del “recibo de la luz”, cuya cuantía va siendo cada vez mayor año tras año.

domingo, 8 de marzo de 2009

Culturicemos a la Universidad

Dicen que, a partir de ahora y en años sucesivos, ese macroevento cultural gijonés llamado la Semana Negra (que, al parecer, recibe este nombre porque dura diez días, durante los cuales los vecinos cercanos al lugar las pasan negras por el ruido) se celebrará al lado mismo de las aulas universitarias. No deja de ser una deferencia por parte del Ayuntamiento impedir que unos actos de tal envergadura queden desvinculados de la Universidad. ¿Dónde podrían realizarse mejor? ¿En que piensa el señor Rector, que dice no estar de acuerdo con esta decisión? Aduce las molestias que el desarrollo de la Semana Negra originará a los profesores e investigadores de la Universidad, como si no fuesen mayores las molestias que acarrearía a la ciudad de Gijón que esos festejos no pudiesen celebrarse por falta de un lugar de ubicación adecuado.
Tenemos que ser un poco más serios y consecuentes. En estos tiempos actuales y en un país como España con una riqueza enorme en distintas formas de cultura (cultura del botellón, de la siesta, del “pastilleo” de fin de semana…), ¿por qué no podemos ampliar un poco más el abanico para conseguir que otras culturas se extiendan por el campus universitario gijonés: la cultura del ruido, la del bocata de calamares, la del olor a fritanga…? Que no nos pase como a los sufridos habitantes del municipio zamorano de Manganeses de la Polvorosa, que hace unos diez años, para no herir la sensibilidad de algunos, abandonaron la costumbre ancestral -quintaesencia de la cultura- de lanzar una cabra desde el campanario de la iglesia.
Yo no pido que se lance animal alguno desde la torre de la Laboral, pero ¡qué menos que un rico olor a grufas acompañado de un delicioso ruido de 120 decibelios filtrándose a través de las ventanas de los despachos y laboratorios de Viesques! No creo que nadie fuese a protestar por ello.