jueves, 30 de julio de 2009

Colillas en Toró

En Llanes, muy cerca de mi casa, a no más de 800 metros, se encuentra la playa de Toró, una verdadera maravilla de la Naturaleza, conocida por todos los asturianos desde que hace 11 años José Luis Garci rodó en ella algunas escenas de la película “El abuelo”. Esta playa, de poco más de 200 metros de longitud, con sus pináculos rocosos, restos de formaciones cársticas, causa la admiración de todos los que la visitan por vez primera. La alternancia de cuarcita y caliza, diferentemente erosionadas, ha dado lugar, en el transcurso de millones de años, a curiosas formas “arquitectónicas”, que existen también en otras playas del concejo de Llanes.
Sin embargo, las flores también tienen espinas. Hace pocos días, removiendo la arena de Toró para insertar el palo de la sombrilla, me encontré con bastantes colillas. Una verdadera pena. Parece casi como una profanación de la Naturaleza. Resulta increíble que en pleno siglo XXI existan todavía personas inconscientes que ignoran que el acetato de celulosa que constituye el filtro de los cigarrillos tarda entre 2 y 5 años en degradarse, y representa, además, un grave peligro para aves, tortugas e incluso ballenas.
Miguel Delibes, en su texto Un mundo que agoniza, escrito con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Lengua Española, escribe: “El hombre de hoy usa y abusa de la naturaleza como si hubiera de ser su último inquilino, como si detrás de él no se anunciara un futuro”. Al escribir esto, ¿estaría pensando Delibes en la playa de Toró? ¿No se nos caerá la cara de vergüenza al destrozar el medio ambiente con algo tan ridículo como lanzar al suelo la colilla de un cigarrillo? Por otra parte, ¿tan difícil resulta colocar en la playa una señal que indique la prohibición de tirar colillas en la arena?

domingo, 5 de julio de 2009

La "eutanasia" de Garoña

Al fin, nuestro presidente, el señor Zapatero, ha desvelado su decisión acerca del destino de la central nuclear de Santa María de Garoña, una decisión que, pese a los rimbombantes calificativos de “políticamente coherente, laboralmente responsable, técnicamente justificable y energéticamente asimilable”, no consiguió satisfacer ni a los que esperaban el cierre inmediato de la central, ni a los que pretendían que su funcionamiento se prorrogase otros diez años.
A mi modo de ver, lo malo de esta decisión de posponer el cierre solo hasta 2013 estriba en que las motivaciones del presidente Zapatero han sido únicamente políticas, sin buscar el asesoramiento de los únicos que conocen el tema en profundidad, que son los físicos nucleares y los ingenieros que trabajan en estas centrales, sin olvidar al Consejo de Seguridad Nacional, que en su día aconsejó que Garoña siguiese funcionando. Pudo más la ignorancia mal aconsejada -reminiscencia de las instalaciones chapuceras de Chernobyl- que la razón. No se tuvo en cuenta que la energía nuclear es barata, no produce efecto invernadero, ni envía a la atmósfera gases contaminantes, ni tampoco que su sustitución por energías renovables -fuertemente subvencionadas- resulta más que problemática, al menos en las próximas décadas.
Todo progreso tecnológico implica un riesgo, imposible de evitar al 100 %, a menos que pretendamos retrotraernos a la Prehistoria. ¿Qué acarreará el cierre de Garoña dentro de cuatro años? Desde luego, aumentará nuestra dependencia energética del exterior y encarecerá el “recibo de la luz”, a la vez que frenará la previsible utilización en el futuro de coches eléctricos… Eso sí, los habitantes de la zona tomarán el sol a orillas del Ebro, felices y satisfechos, sin radiactividad y sin trabajo.
A mí personalmente lo que me preocupa es que si a la central de Garoña, con solo 38 años de edad, funcionando a pleno rendimiento y produciendo energía barata, le quieren practicar la “eutanasia”, ¿qué harán con los que estamos ya jubilados, achacosos y cojitrancos, que vivimos a expensas del Estado y que no producimos más que preocupaciones a los demás? ¡Vaya porvenir el que nos espera!