miércoles, 14 de septiembre de 2011

San Petersburgo, final de trayecto

Al fin pudimos llegar a San Petersburgo, después de un viaje bastante azaroso desde Tallin. Las dificultades comenzaron al llegar a Narva, la última población de Estonia antes de la frontera con Rusia, frontera constituida precisamente por el río que lleva el mismo nombre de la ciudad y que, tras nacer en el lago Peipus, desemboca en el golfo de Finlandia después de un recorrido de 77 kilómetros. Frente a Narva, en la otra margen del río, la localidad rusa de Ivangorod recibe a los viajeros procedentes de Estonia, que en su viaje por carretera pasan al lado de las fortificaciones fronterizas situadas en las dos orillas del río.
Dos horas estuvimos parados en la frontera de Estonia, en el interior del autocar, esperando que revisasen nuestros pasaportes visados, y otras dos horas demoramos en la frontera rusa, y en ambos casos la severidad de los gendarmes se vio bastante suavizada con una pequeña gratificación económica. Es lo que en los países sudamericanos se conoce como “mordida” y que sirve para comprobar que, como escribió Quevedo, poderoso caballero es don dinero”. Que estas cosas sucedan en Rusia puede resultar, hasta cierto punto, comprensible; pero no lo es tanto en el caso de Estonia, país que, al igual que España, pertenece a la Unión Europea. Es como si en Gijón, para ir desde la calle de Uría hasta Corrida, le retuviesen a uno durante dos horas en la plaza del Parchís.
Desde Ivangorod a San Petersburgo nos encontramos con una Rusia distinta de la que esperábamos. La carretera, con abundantes baches, nos iba llevando a través de zonas rurales con casas de madera con techumbres de uralita -o similar- y algunas, incluso, con plásticos tapando las ventanas. Aparentemente no se apreciaba que nos acercábamos a una gran ciudad, no se observaban urbanizaciones ni polígonos industriales, y kilómetro tras kilómetro continuaban los mismos suburbios empobrecidos…, hasta que llegamos a Moskovskye prospekt, donde en el número 97 nos esperaba el Holiday Inn, en el que nos alojaríamos durante tres días. Es una mole de quince pisos y de muy buen aspecto exterior, que no desmerece al penetrar en el hall, y que se confirma al llegar a la habitación, muy espaciosa y con bastante confort. Comimos aceptablemente al llegar al hotel, si bien en los días sucesivos la calidad y variedad de la comida experimentaron un fuerte retroceso.
San Petersburgo es una ciudad que cuenta hoy día con más de cuatro millones y medio de habitantes. Fue fundada en 1703 por el zar ruso Pedro I el Grande en una isla situada en el delta del río Neva, en la que levantó la fortaleza de Pedro y Pablo. Tras la construcción del Almirantazgo, la fortaleza se transformó en prisión de personajes famosos muy conocidos, como Dostoievski o Bakunin. Evidentemente, la construcción de la ciudad requirió un duro trabajo de desecación y saneamiento del delta; cuenta la leyenda negra que en ello perdieron la vida cerca de 30.000 rusos. La situación de la ciudad era y sigue siendo muy estratégica como puerta de salida al Báltico y hoy día se ha convertido en un importante centro industrial, cultural y artístico. Conocida como “la Venecia del Norte”, San Petersburgo se extiende sobre más de un centenar de islas separadas por los brazos del río Neva y por innumerables canales, unidos por más de 600 puentes. El núcleo urbano presenta una planta regular, con avenidas amplias y rectilíneas y extensas plazas.
Además de fábricas de productos alimenticios, textiles, químicos, etc., en la ciudad se levantan grandes instalaciones siderúrgicas, mecánicas, astilleros y establecimientos para la producción de porcelanas, caucho, papel y material electrónico y aeronáutico que se cuentan entre los mayores y mejor abastecidos del país. Posee numerosos colegios universitarios, una academia de artes, y grandes bibliotecas y museos. Además, reviste gran importancia el tráfico comercial que da vida al puerto y a una red ferroviaria que irradia desde aquí en todas direcciones, complementada por numerosas vías fluviales.
Debido a su situación geográfica, a casi 60º latitud norte, desde finales de mayo hasta mediados de julio los días son muy largos y por la noche el cielo no se oscurece por completo; es un fenómeno conocido popularmente como ”noches blancas” y resulta especialmente visible en los días despejados.
El clima de san Petersburgo es muy húmedo, con inviernos sumamente crudos, helándose el río Neva. El deshielo comienza en marzo y con él se inicia también un periodo muy lluvioso que precede a la primavera. El verano se concentra en los meses de junio y julio, predominando el sol. El otoño es muy breve (septiembre y mitad de octubre) y normalmente lluvioso; sin embargo, los años en que las precipitaciones son escasas, los colores de la naturaleza resultan espectaculares.
El lunes, día 8 de agosto, al llegar a San Petersburgo, nos llevaron a realizar un recorrido en autocar por los lugares y monumentos presumiblemente más significativos; una visita rápida que sirvió para darnos una idea de los aspectos más “turísticos” de la ciudad. Hicimos varias paradas para fotografiar lugares emblemáticos y admiramos “in situ” muchas maravillas arquitectónicas que antes habíamos visto a través de postales o de internet. Nos llamaron la atención de una forma especial las columnas rostrales, de 32 metros de altura, adornadas con proas de barcos, con cuatro estatuas en la base simbolizando los cuatro grandes ríos del imperio ruso (Volhov, Volga, Neva y Dniépr), obra del arquitecto Thomas de Thomon. También nos causó una grata sorpresa la presencia del crucero Aurora, atracado desde 1948 en el muelle frente a la Academia Naval Nachimov: la fama de este barco está relacionada con el comienzo de la Revolución, pues en la noche del 7 de noviembre de 1917 remontó el Neva y, en el momento en que desde el bastión Naryškin de la fortaleza se dio la señal, disparó el histórico cañonazo que abrió el camino al asalto al Palacio de Invierno.
También bajamos del autocar, para ver desde el exterior, la catedral de San Nicolás de los Marinos; es un edificio blanquiazul que data de 1770 y que consta de dos plantas, con cinco cúpulas y una gran ornamentación.
Al día siguiente de nuestra llegada, por la mañana, bajo una suave llovizna, vistamos la catedral de San Isaac, construida entre 1818 y 1858 por el arquitecto francés Auguste Montferrand sobre la planta diseñada por el español Agustín de Betancourt. Para cimentar el edificio fue necesario clavar en el terreno pantanoso más de 24.000 troncos de árbol. Se calcula que todo el conjunto, para cuya construcción se emplearon 43 tipos diferentes de piedra, puede alcanzar un peso de 300.000 toneladas. La catedral está rematada por una cúpula grande central y cuatro pequeñas en los ángulos, sobre los campanarios, y posee cuatro monumentales portadas, formadas por 112 columnas monolíticas de granito rojo de Finlandia, de 16 metros de altura, con un peso de 114 toneladas cada una. El interior es muy rico en oro, mármol y bronce y tiene una superficie de 4.000 m2, que da cabida a 14.000 personas. Dentro del edificio vimos un impresionante iconostasio de malaquita y lapislázuli, un péndulo de Foucault que cuelga desde la cúpula central, una maqueta de madera del sistema utilizado para izar las columnas, otra maqueta de madera taraceada de la iglesia a escala 1/166 y un busto de Montferrand realizado con los 14 tipos distintos de mármol utilizados en la construcción de la iglesia. Entre los templos dotados de cúpula, la catedral de San Isaac ocupa, por sus dimensiones (101,5 metros de altura) el cuarto lugar del mundo, detrás de la catedral de San Pedro en Roma, San Pablo en Londres y Santa María dei Fiore en Florencia.
Al sur de la Catedral se encuentra la plaza de San Isaac, en cuyo centro se yergue la estatua ecuestre de Nicolás I, obra del escultor Piotr Klodt (1856-1859), cuya originalidad radica en que tiene solo dos puntos de apoyo. Las estatuas alegóricas situadas en el pedestal (Fe, Sabiduría, Justicia y Poder) son retratos de la zarina y de las tres grandes duquesas. Más al sur, el canal Mojka y el palacio Mariinskij; y al este, los hoteles Astoria y Angleterre, así como el edificio del Almirantazgo, con su torre con aguja, de 72 metros de altura, rematada con una veleta en forma de fragata de tres mástiles, visible desde cualquier punto de la ciudad. Y al norte, la plaza de los Decembristas, con la estatua ecuestre conocida como “el jinete de bronce”, que representa al zar Pedro I y que fue realizada en 1782 por el escultor francés Etienne-Maurice Falconet.
Lloviznaba todavía cuando nos dirigimos hacia la “isla de las Liebres” (Zájacij ostrov), donde se ubica desde hace tres siglos la fortaleza de Pedro y Pablo, con sus seis bastiones. El principal edificio de la fortaleza es la catedral de San Pedro y San Pablo, obra maestra de Domenico Trezzini y uno de los ejemplos más interesantes de la primera arquitectura barroca de San Petersburgo; es de planta basilical rematada al este por una cúpula y al oeste por una torre de 122,5 metros, de los que 60 corresponden a la famosa aguja, que a su vez sostiene una esfera con un gallardete en forma de ángel que porta la cruz, obra de Antonio Rinaldi. Esta catedral puede considerarse como el panteón de los zares rusos de la dinastía Romanov, todos los cuales reposan bajo sarcófagos idénticos de mármol blanco, con la excepción de las tumbas de Alejandro II y de su esposa, cuyos sarcófagos son de jaspe de los Urales y de rodonita. Los restos del último zar Nicolas II y de los miembros de su familia, fusilados en julio de 1918 en Ekaterinburgo, están sepultados en la iglesia lateral de Santa Catalina. En la plazoleta delante del edificio del cuerpo de guardia vimos la estatua sedente de Pedro I, realizada en 1991 por Mijail Shemiakin.
Comimos en el restaurante Stravinski, en la orilla del canal Fontanka, amenizados por un grupo folclórico que nos obsequió con un amplio repertorio de música tradicional rusa, utilizando instrumentos muy peculiares.
Por la tarde nos esperaba el museo Ermitage, ubicado en un conjunto de cinco edificios -el Palacio de Invierno, el Viejo Ermitage, el Nuevo Ermitage, el Teatro del Ermitage y el Pequeño Ermitage-, obra del arquitecto italiano Bartolomeo Francesco Rastrelli (el mismo que diseñó el palacio Rundãle en Letonia), que son ejemplos grandiosos del barroco y albergan en total más de tres millones de obras de arte. El interior del Palacio de Invierno, el primero que visitamos, puede decirse que empieza con la Escalera Principal. Conducidos por nuestro guía, un estupendo profesional ruso, de nombre Alexander, fuimos visitando un gran número de salas, pasando de un edificio a otro; vimos cuadros de Rembrandt, Rubens, Leonardo da Vinci, Renoir, Monet, Picasso, Degas, Gauguin, Mattise, van Gogh… y admiramos el reloj “Pavo Real”, confeccionado en el siglo XVIII y comprado por el príncipe Grigori Potiomkin, quien luego se lo regalaría a Catalina II.
Al sur del Ermitage pudimos admirar la plaza del Palacio, con el edificio del Estado Mayor General, realizado por Carlo Rossi en 1819-1829, y la columna de Alejandro, obra de Auguste Montferrand, levantada en 1834 en honor de Alejandro I: es el mayor monolito del mundo moderno, de granito rosa, con un peso de casi 600 toneladas y una altura de 47,5 metros; el ángel de bronce dorado que lleva en su parte superior, obra de B. Orlovskij, representa al zar Alejandro levantando al cielo la mano derecha y con la cruz en la izquierda. De la plaza del Palacio se sale hacia la ulica Bol´saja Morskaja a través de un arco de triunfo terminado por Carlo Rossi en 1829 para conmemorar la victoria de 1812 sobre los ejércitos de Napoleón; encima del arco se encuentra el carro de la Victoria tirado por seis caballos.
Ya fuera del Ermitage, siguiendo el canal Mojka, llegamos a la iglesia de la Resurrección de Cristo o de la Sangre Derramada, construida por el arquitecto Alfred Parland en los años 1883-1907 en el preciso lugar en que el zar Alejandro II fue asesinado por el terrorista Grinevitski. Se trata de un edificio de 81 metros de altura, de estilo neorruso, insólito en una ciudad en la que dominan el neoclásico y el rococó; está provisto de cinco cúpulas y tiene al lado un campanario, rematado también en una cúpula dorada. Lo más característico del edificio, además de su forma, son los revestimientos multicolores de las fachadas, hechos con ladrillos, cerámica, mármol y granito. Además, las cúpulas en forma de cebolla, las hornacinas y todo el interior están revestidos de un total de 308 mosaicos con una superficie de 6560 metros cuadrados.
Muy cerca de la iglesia, atravesamos el Campo de Marte (Marsovo Pole), espacio verde que tomo este nombre desde tiempos de Pedro I, cuando la explanada se dedicaba principalmente a desfiles y ejercicios militares. Justo en el centro se encuentra el monumento a los combatientes de la Revolución de Febrero de 1917, construido hace un siglo sobre la sepultura de 184 soldados y obreros, muertos en dicha revolución. Encima del monumento se encendió en 1957 la primera Llama Eterna del país.
Desde la iglesia de la Sangre Derramada, el canal Griboédov nos condujo, siguiendo su orilla, hasta Nevski prospekt, la avenida principal de la ciudad, de 4,5 kilómetros de longitud y de una anchura que oscila desde los 25 hasta los 60 metros, atravesada por varios ríos y canales, con puentes sobre ellos, que le confieren su mayor atractivo. Vimos el edificio de la compañía Singer (1902-1904), actual Casa del Libro, obra de Pavel Sjuzor; su torre, rematada por una esfera de 2,8 metros de diámetro, sostenida por figuras alegóricas de la navegación, se convirtió en uno de los símbolos de la nueva San Petersburgo capitalista. Contemplamos, andamiada, la catedral de Nuestra Señora de Kazan (1801-1811), proyectada por Andrei Voronijin, con sus columnatas laterales integradas por 144 columnas, y las estatuas de los generales Kutuzov y Barclay, obra de Orlovskij en 1837. Pasamos enfrente del hotel Europa y de las grandes tiendas Gostinyj Dvor, un inmenso mercado de aproximadamente 1 kilómetro de perímetro. También atrajo nuestra atención la plaza Ostrovskogo, creada por Carlo Rossi, en cuyo centro se yergue el monumento de Catalina II, de 1873, obra de Mikešin y Opekušin; la estatua de la zarina, de 4 metros de altura, está rodeada por estatuas de seis personajes célebres de su época; y al fondo de la plaza, el teatro Aleksandrinskij, obra también de Carlo Rossi. Terminamos cruzando el puente Aničkov, sobre el canal Fontanka, decorado en sus cuatro esquinas con grupos escultóricos de bronce de los famosos Domadores de caballos, obra maestra de Piotr Klodt, del año 1850…
No quiero alargar la relación, pues la riqueza monumental de la avenida Nevski resulta inconmensurable. Prefiero referirme ahora al recorrido que realizamos por la noche en barco a través del río Neva y los canales para contemplar un verdadero espectáculo: la apertura de los puentes del río, incomunicando las islas del delta, para permitir que los barcos grandes entren en la ciudad; a las cinco de la mañana los puentes se vuelven a cerrar y San Petersburgo recupera el tráfico normal a través de puentes y calles. Resulta emocionante el momento en que los puentes se levantan, mientras las luces se reflejan en las aguas del río.
Conducir por las calles de San Petersburgo -o de cualquier otra ciudad rusa- puede resultar bastante complicado para un occidental que visite por vez primera este país. Y no lo digo por los policías de tráfico (GAI), que, según cuentan las guías de turismo, suelen demostrar un celo excesivo a la hora de imponer multas por infracciones cometidas por los conductores, sino por los letreros indicativos de calles, direcciones, estaciones de metro, señales de tráfico, etc., que están escritos en caracteres cirílicos, y cuesta bastante, al menos al principio, darse cuenta de su significado.
El Metro de San Petersburgo es famoso, entre otras razones, por ser el más profundo del mundo, pues pasa por debajo del río Neva a una profundidad de hasta 110 metros. En la actualidad consta de 5 líneas, con 63 estaciones y más de 100 kilómetros. Algunas estaciones fueron construidas como "palacios para el pueblo" y poseen una decoración majestuosa (mármol, mosaicos, esculturas…) y una impresionante arquitectura. La Línea Roja, que fue la primera que se construyó, es la que tiene las estaciones más interesantes para visitar, aunque las estaciones modernas, decoradas con varios tipos de mármol y otros materiales, también son muy bonitas. A los andenes se accede por escaleras mecánicas, muy largas (de hasta 100 metros), en cuyo recorrido se invierte unos 3 minutos.
En Rusia la diferencia horaria con España es de dos horas, y la unidad monetaria es el rublo, dividido en 100 kópecs (1 euro equivale a 34-35 rublos). Un souvenir típico que todos llevamos de recuerdo a nuestro regreso a España es la “matroska”, conjunto de piezas decoradas huecas, que se insertan consecutivamente por tamaño unas dentro de otras.
Los desayunos rusos son consistentes y la comida principal suele ser la cena. El plato fuerte es carne (buey, ternera, pollo…) o pescado (esturión, salmón…). Los dulces son muy populares y el helado, acompañado de gelatina o mermelada de frutas del bosque, resulta exquisito. En lo que respecta a las bebidas, la tradicional es el vodka y el kvas (a base de azúcar, centeno y cebada). La cerveza local es de buena calidad y fuerte, poco espumosa y amarga. El consumo de té es alto.
El martes 10 de agosto lo dedicamos a visitar los alrededores de San Petersburgo, concretamente Tsárkoye Seló y Peterhof. Por la mañana fuimos a Tsárkoye Seló, localidad situada a 27 kilómetros al sur de San Petersburgo, en la que Pedro I construyó un palacio que regaló a su esposa Catalina I y que fue luego remodelado por Bartolomeo Francesco Rastrelli para Isabel Petrovna, aunque en la actualidad se conoce como Palacio de Catalina II, quien lo utilizó como residencia de verano desde 1756; destaca su enorme fachada de 306 m de longitud, de colores blancos y azules, en cuya ornamentación se emplearon cerca de 100 kilogramos de oro. Vimos la escalera principal, la sala Grande del trono, la Sala de Ámbar…: todo una maravilla. Y, debido al tiempo disponible, solo pudimos visitar una pequeña parte de los jardines neoclásicos, obra maestra de Charles Cameron y Giacomo Quarenghi. En sus proximidades se levantó un edificio que serviría como liceo reservado a los jóvenes más selectos de la aristocracia rusa; uno de los alumnos, sin duda el más destacado, fue Alekxandr Pušhkin, cuya estatua de estudiante, obra realizada por Bach en 1900, contemplamos al llegar a Tsárkoye Seló. Precisamente, desde 1937 toda esta localidad pasó a llamarse Pušhkin, en honor al poeta.
Nos fuimos hacia Peterhof (Petrodvorec), un conjunto de edificaciones y parques de los siglos XVIII y XIX, adornado por más de un centenar de esculturas, que se encuentra situado en la costa báltica a 29 kilómetros al oeste de San Petersburgo. Comimos en las inmediaciones, en un restaurante moderno, con ambiente de época, con un enorme y lujoso salón-comedor y unas instalaciones sanitarias dignas de ser recordadas.
El territorio de Peterhof se extiende por una superficie superior a las 1.000 hectáreas, en la que hay cerca de una treintena de edificios y pabellones. El centro de todo el complejo es el Palacio Grande, realmente majestuoso; su construcción pasó por varias etapas con distintos arquitectos, hasta que en 1745 Rastrelli le confirió el aspecto que tiene en la actualidad, ya que en la reconstrucción sufrida tras la Segunda Guerra Mundial se siguieron fielmente sus diseños. El exterior cuenta, en los laterales, con cúpulas doradas en forma de cebolla y tejados adornados con guirnaldas también de color dorado; la fachada con 275 metros de longitud está adornada en su parte frontal por un precioso frontón con la sala del Trono -en ella vimos un cuadro que representa la figura ecuestre de Catalina II con uniforme de coronel- y la sala de Bailes, magnífico ejemplo de interior del barroco ruso: pudimos observar la distribución de las ventanas en dos niveles, que se multiplican en los espejos, así como profusión de alféizares de diferentes configuraciones, todo lo cual parece ampliar el recinto y crear la ilusión de un espacio infinito.
Pero la fama de Peterhof se debe a sus fuentes y cascadas. Vimos las del parque inferior, situadas ante la fachada norte del palacio, que da al golfo de Finlandia: la cascada grande, dos cascadas pequeñas y numerosas fuentes, con un total de 38 estatuas y 213 bajorrelieves. Algunos llaman a Peterhof el “Versalles ruso”, pero, a diferencia de los jardines franceses, en los que se habían instalado costosos dispositivos para elevar el agua, en Peterhof el agua corre por gravedad, a lo largo de un canal, desde las alturas de Rapsha hasta el golfo de Finlandia.
Nos llovió en Peterhof, compramos dos paraguas y, felices y satisfechos, cenamos en el hotel.
El día siguiente, 11 de agosto, dedicamos la mañana, en espera de marchar al aeropuerto, a pasear por los alrededores del hotel. La Moskovskye prospekt (avenida de Moscú), en la que se sitúa el Holiday Inn, totalmente rectilínea, es la calle más larga de San Petersburgo, con 10,5 kilómetros. Su crecimiento, que se aceleró en los años 1935-1939, ha dado lugar a un conjunto arquitectónico muy heterogéneo en el que se funden varias épocas y estilos. Entre lo que vimos, citaré el Arco de Triunfo de la Puerta de Moscu -se ve desde el hotel-, grandioso conjunto de doce columnas de hierro fundido, de 25 metros de altura, levantadas por Stasov en 1836-1838 para conmemorar las victorias rusas en Persia, Turquía y Polonia.
Siguiendo hacia el sur, nos encontramos con una gran plaza de 13 hectáreas presidida por el monumento a Lenin, realizado por Anikusin en 1970 para conmemorar el centenario de su nacimiento.
Más lejos, llegamos a la plaza de la Victoria, donde en 1975 se inauguró el monumento de la Victoria, obra del escultor M. Anikusin y de los arquitectos S. Speranskij y V. Kamenskij, con un obelisco de 48 metros de altura en su centro, al pie del cual está instalado el grupo escultórico “Los vencedores”.
A eso de las dos de la tarde nos llevaron al aeropuerto de Púlkovo 2, bastante cutre, en especial en las zonas de embarque -impropio, desde luego, de una gran ciudad como San Petersburgo-, y desde allí un avión de las aerolíneas checas nos llevó hasta Madrid, haciendo escala en Praga.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Tallinn es una maravilla

Cuando llegamos a Tallínn era ya tarde avanzada y llovía intensamente, aunque pronto comenzó a clarear. Nuestro hotel, el Meriton Conference & Spa Hotel, situado muy cerca del casco antiguo, nos dio una muy buena impresión inicial, que pronto confirmamos ser cierta. Tallinn, con casi 400 000 habitantes, es una de las ciudades europeas con mayor encanto, debido principalmente a sus edificaciones medievales. Las agujas de las iglesias del siglo XIV destacan por encima de sus estrechas calles adoquinadas, y sus muros de piedra ocultan infinidad de restaurantes, tiendas y cafés. Su casco antiguo, llamado Vanalinn o ciudad vieja, conserva las características de una auténtica ciudad medieval con antiguas casas de comerciantes y almacenes. La estructura urbana se compone de múltiples callejas que confluyen en la Raekoja Platz (Plaza del Ayuntamiento), que se encuentra situada en el centro del conjunto y cuyos orígenes hay que buscarlos en el mercado medieval que allí se establecía. El Ayuntamiento, de estilo gótico tardío, construido con piedra caliza gris entre 1371 y 1404, posee una torre octogonal de 64 metros, rematada desde 1530 en una veleta que representa a un viejo guerrero que se ha convertido en el símbolo de la ciudad, el Vana Toomas: en su fachada destacan dos gárgolas en forma de dragón que datan del siglo XVII. En la cara norte de la plaza del Ayuntamiento se encuentra una farmacia (Raeapteek), tal vez la más antigua de Europa, que lleva trabajando ininterrumpidamente desde 1422. Al lado de la farmacia, un arco da paso al llamado pasaje del Pan Blanco (Saiakang), en cuyo extremo se levanta la iglesia del Espíritu Santo, gótica del siglo XIII y de credo luterano; esta iglesia ostenta los récords de poseer la torre más antigua de Estonia (1433) y el reloj más antiguo de Tallinn (1684).
La calle Pikk (larga) atraviesa la ciudad antigua al este de la plaza del Ayuntamiento; al norte de esta calle se encuentra la iglesia de San Olaf, de 124 m de altura. Durante la ocupación soviética la torre de la iglesia fue utilizada por el KGB como punto de vigilancia.
Estuvimos en la calle Vene, situada al este de la ciudad antigua, en la cual se ubica el antiguo barrio de comerciantes rusos. También se encuentra en esta calle uno de los edificios más antiguos de Tallinn: un monasterio dominico fundado en 1246, que fue abandonado tras ser incendiado durante las revueltas provocadas por la reforma luterana; fue restaurado en 1954 y hoy día alberga un museo de piedras cinceladas de los siglos XV a XVII. La iglesia de San Pedro y San Pablo, neoclásica, fue realizada en 1844 por el arquitecto Carlo Rossi.
Vimos, al sur de Vanalinn, la iglesia de San Nicolás (Niguliste Kirik), del siglo XIII, que guarda en su interior una amplia muestra de arte y que en actualidad se utiliza como sala de conciertos. Muy cerca de la iglesia, delante del número 16 de Rataskaevu, hicimos una foto en el brocal de un pozo donde morían muchos gatos callejeros, que en la época medieval se sacrificaban para pedir prosperidad para el año venidero. También hicimos fotos en los miradores Patkuli y Kohtuotsa, desde los que se observan amplias vistas del casco antiguo de la ciudad, así como de parte de la bahía.
De las 46 torres que llegó a tener la muralla que rodea la parte baja de Vanalinn, solo se conservan 26, así como 1,85 kilómetros de muralla, cuya altura varía entre 13 y 16 metros, con un espesor de entre 2 y 3 metros. En la parte norte destaca la puerta de la playa, en la que en otro tiempo rompían las olas en épocas de temporal; esta puerta está unida a un bastión del siglo XVI, conocido popularmente como Margarita la Gorda (Paks Margareeta) que hoy día alberga el museo marítimo. La puerta sur, cuya construcción data de 1475, se llama Kiek in de Kök, nombre de origen alemán que viene a significar vistazo a la cocina; esta era la denominación que se le solía dar a las torres situadas muy cerca de la población a la que defendían. La Kiek in de Kök tiene una altura de 38 metros y sus muros alcanzan los 4 metros de espesor; en su interior alberga un museo de historia de la capital.
La parte alta del casco antiguo, llamada Toompea, donde en otro tiempo habitaba la nobleza, está claramente delimitada de la parte baja, donde se había asentado la burguesía comerciante. De hecho, hasta el siglo XVII solo disponía de un entrada: el trecho de la pierna larga (Pikk jalg), pero actualmente existe también el trecho de la pierna corta (Lühike jalg); donde ambos comienzan se conserva una puerta que fue colocada por los burgueses y comerciantes de la parte baja para impedir que por la noche la “nobleza” de la parte alta bajase con toda impunidad a gozar con las esposas e hijas de los burgueses. Sobre la colina de Tompea se encuentran, entre otros edificios notables, el Parlamento y las catedrales de Alexander Nevski y de Santa María Virgen.
El Parlamento de Estonia (Riigikogu) se ubica en el castillo de Toompea. Sus orígenes se remontan a una primitiva fortaleza danesa de 1219, de la que ya queda muy poco; lo que sí se conservan son tres torres de un castillo posterior construido entre 1227 y 1229. La torre más famosa del complejo es la Pikk Hermann, levantada en 1371, en la que ondea permanentemente la bandera nacional estonia. La fachada construida en el siglo XVIII es barroca y posee un característico tono rosado.
La catedral de Alexander Nevski es una iglesia ortodoxa situada en la Ciudad Vieja de Tallinn. Fue construida entre 1894 y 1900 a partir de un diseño de Mijail Preobrazhensky en un típico estilo renacentista ruso y está dedicada a San Alejandro Nevski, que en el año 1242 ganó la batalla del lago Peipus, en las aguas territoriales de la actual Estonia.
En cuanto a la catedral de Santa María Virgen, llamada Toomkirik, el edificio es de los siglos XV-XVII, pero la torre se añadió en 1779; en su interior se alojan algunas tumbas de personajes famosos de la historia de Tallinn.
El casco antiguo se encuentra rodeado por una franja de parques (Toompark, Hirvepark…) que ocupa la línea del foso defensivo original de la ciudad
En el autocar que nos acompañó durante el viaje hicimos un recorrido de circunvalación del casco antiguo, acercándonos -por Narva maantee- al parque de Kadriorg y siguiendo posteriormente la curva de la bahía, hasta llegar a Pirita. Esto nos permitió apreciar la gran pujanza del puerto, con un tráfico continuo de mercancías y pasajeros. Nos dimos cuenta de que la ciudad ha experimentado un auge muy notable, como lo demuestran las grúas que despuntan por todas partes. Entre las construcciones más recientes se encuentra el centro comercial Viru Centre, inaugurado en 2004. Tallinn muestra una apetencia especial por todo lo nuevo, en especial por la tecnología de la información: pueden servir de ejemplo los bancos por internet y el pago de billetes de parking a través de la red.
Sin embargo -no todo ha de ser alabanzas-, los barrios de la periferia, según nos cuentan, siguen sin modernizarse, a ellos llegan pocos turistas y reflejan pobreza, desempleo y déficit de infraestructuras. El guía que nos acompañó por Tallinn, un cubano de nombre José Santana, ingeniero químico de profesión, nos comentó el malestar que sienten los estonios, trabajadores incansables, que después de conseguir elevar un 8 % su producto interior bruto, se ven ahora obligados a rescatar a otros países, como Grecia, Portugal o, tal vez, España, países que alegremente malgastan el capital prestado. Dice que Estonia ha llegado a la Unión Europea cuando ya estaba repartido el pastel y empezaban a pasar la factura…
La bandera de Estonia presenta tres bandas horizontales de igual tamaño: la superior de color azul, que representa el cielo, los lagos y el mar de Estonia y la lealtad a las ideas nacionalistas; la del medio, negra, por el color del suelo, y la de abajo, blanca, simbolizando la alegría de la gente.
Su clima es continental, sobre todo en el interior; los veranos son cortos y los inviernos largos y rigurosos, con temperaturas que pueden alcanzar los 25 grados bajo cero. Es un país predominantemente llano, poco poblado, con 3800 kilómetros de costas y un litoral en el que abundan los fiordos y en el que se albergan una veintena de puertos y se divisan un total de 1524 islas; posee innumerables ríos y lagos, y está cubierto de bosques, humedales y turberas, con una abundante flora y fauna. Su tasa de desempleo es una de las más bajas de la Unión Europea, aunque los salarios son aún inferiores a los de Europa Occidental. Pero Estonia está creciendo de una forma muy rápida, habiendo recuperado las reservas de oro depositadas en los bancos occidentales antes de la ocupación soviética y manteniendo relaciones financieras y comerciales muy intensas con la vecina Finlandia. Los yacimientos de esquistos bituminosos constituyen uno de los recursos mineros más importantes de Estonia, ya que sirven para abastecer más de la mitad de sus necesidades energéticas; cubriéndose el resto con el gas natural y el petróleo importado de Rusia. Las principales exportaciones del país son maquinaria, electrónica, piezas para automóviles, cemento, textiles, cueros, madera, papel y productos lácteos. Su economía también depende mucho del sector de la tecnología de la información, del turismo y del transporte de petróleo ruso a través de sus puertos.
En Tallin, por su parte, abundan las tiendas elegantes, los restaurantes, los bares y los clubes nocturnos, lo que pone de manifiesto el carácter hedonista de la juventud estonia de la clase alta.
El domingo (día 7 de agosto) que permanecimos en Tallinn comimos en Maikrahv en la Plaza del Ayuntamiento y cenamos en Pepersack, un restaurante medieval en la calle Viru; la fachada del edificio es muy estrecha, con una puerta ojival; el interior, de varios pisos, resulta bastante amplio, rústico, con escaleras, balcones y mesas de madera, camareras vestidas de época y un espectáculo de animación.
Hago punto y aparte, sin detenerme en cuestiones gastronómicas. Al día siguiente, lunes, madrugamos para salir de Tallinn a las 7 y media de la mañana, en dirección a Narva, con la esperanza de que el tiempo de espera en el paso fronterizo con Rusia no nos resultase excesivamente pen

domingo, 4 de septiembre de 2011

Estuvimos en Letonia

Después de atravesar la frontera de Lituania hacia el norte, seguimos hasta el palacio Rundãle, cerca de Bauska, diseñado en el siglo XVIII por el arquitecto italiano Francesco Bartolomeo Rastrelli como residencia de verano del barón Biron, duque de Curlandia; vimos algunas habitaciones y salas del palacio restaurado y dimos un corto paseo por sus jardines; nada diferente de los que se puede ver en multitud de lugares españoles.
Continuando el viaje, llegamos a Riga al atardecer y nos hospedamos en el Albert Hotel, el mismo en el que habíamos pernoctado tres días antes: un hotel aceptable con buena cena y con unas vistas insuperables de la ciudad desde la terraza del último piso. Riga, con unos 700 000 habitantes, es la mayor de las tres capitales bálticas y la que tiene un ambiente más cosmopolita. Está situada a unos 15 kilómetros del mar, en una llanura atravesada por el río Daugava que alcanza aquí una anchura de 500 m. En Riga se concentra casi la mitad de la producción industrial letona, especializada en el sector financiero, los servicios públicos, la industria farmacéutica, de textiles, de cemento, de cristalería, de mobiliaria y de productos manufacturados en general, además de la construcción de barcos. En Letonia, de momento, pese a pertenecer a la Unión Europea, aún no han adoptado el euro: la moneda en vigor es el lats, que equivale, aproximadamente, a 1,42 €.
El país se caracteriza por sus bonitas playas, de arenas finas, enmarcadas por dunas; y en su interior salpican su geografía más de 4000 lagos. Su clima es de transición entre el oceánico y el continental: en la costa los veranos son frescos y los inviernos suaves, mientras que en el interior las condiciones son más extremas, en especial durante los inviernos, largos y crudos.
Letonia carece prácticamente de recursos naturales, pues la turba y las represas se ven incapaces de cubrir las necesidades energéticas; por se motivo, importa de Rusia gas natural y petróleo. Su economía se basa en la industria y en la agricultura. Produce maquinaria ferroviaria, barcos, alimentos procesados, productos químicos y petroquímicos, textiles, papel y madera. En ganadería predomina la cría de bovinos y porcinos; y en cuanto a la agricultura, los principales cultivos son: lino, forrajes, remolacha azucarera y patatas. En la pesca, el grueso de las capturas corresponde al arenque y al bacalao.
Al día siguiente de llegar (5 de agosto), por la mañana, visitamos, acompañados por un guía local, unos cuantos edificios exponentes del art nouveau, también conocido como jugendstill, la mayoría de ellos situados a lo largo de las calles al este de Elizabetes iela, muy cerca de nuestro hotel, y algunos diseñados por Mijail Eisenstein, padre del célebre cineasta. En este tipo de arquitectura sobresale la ornamentación a base de flores, monstruos, máscaras y figuras grotescas en lo alto de los edificios, algunos realizados con azulejos coloristas. El autocar nos esperaba en el parque Esplanade, muy cerca del Museo de Arte Nacional Letón, y acomodados en él realizamos una vista panorámica circunvalando la ciudad, para así contemplar algunos edificios a los que, debido a la lejanía, resultaba difícil acceder a pie.
Bajamos del autocar en Latviesu strėinieku laukums (plaza de los Fusileros) situada al este del puente Akmens, donde en otro tiempo se encontraba el mercado central de Riga. El casco antiguo de la ciudad (Vecriga), en su mayor parte peatonal, ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, y se prolonga 1 kilómetro por el lado oriental del río Daugava y 600 metros tierra adentro. A su alrededor se extiende toda una circunvalación de parques, avenidas y canales creada en el siglo XIX, más allá de la cual se encuentran la parte nueva de la ciudad, los barrios residenciales y los enclaves industriales soviéticos.
En la plaza Latviesu strėinieku se encuentra la estatua de los Fusileros, de color rojo oscuro, dedicada a ocho regimientos creados en la Primera Guerra Mundial para luchar en el Ejército Imperial Ruso; y de aquí parte la Kaļķu iela, una calle estrecha y semipeatonal que divide el casco antiguo en dos mitades; luego se ensancha y se convierte en Brivibas bulvāris, pasando a continuación por el monumento a la Libertad, erigido en 1935, que está coronado por una figura femenina de bronce, que sostiene tres estrellas que representan las tres regiones de Letonia; este monumento se convirtió más tarde en el centro del movimiento independentista, que comenzó el 14 de junio de 1987 cuando 5000 personas se reunieron ilegalmente en el lugar para conmemorar a las víctimas del movimiento estalinista.
Nada más bajar del autocar vimos el Ayuntamiento, construido en 2002; la casa de las Cabezas Negras, de 2001; la estatua de Roland… y paseamos por su callejuelas, apreciando las tallas y esculturas que adornan los edificios. Mirando hacia lo alto, descubrimos el chapitel de la iglesia de San Pedro, reconstruido tres veces, siempre en estilo barroco. Mide 123,25 metros y subimos en un ascensor hasta los 72 metros, desde donde se divisa una extraordinaria panorámica de la ciudad.
Detrás de la iglesia de San Pedro se levanta la iglesia gótica de San Juan, utilizada para conciertos de música clásica y órgano, y el Konventa Sĕta, antiguo convento franciscano convertido en hotel. Pasamos a continuación a la otra mitad del casco antiguo, donde vimos la catedral de Santa María y su claustro, la casa de los Tres Hermanos, la iglesia gótica de Santiago, la Puerta Sueca, la Torre de la Pólvora, la casa del Gato…, en fin, una gran cantidad de edificios de enorme encanto, a pesar de que muchos de ellos son reconstrucciones, totales o parciales, realizadas tras la Segunda Guerra Mundial, incluso algunas después de que el país alcanzara su independencia.
Comimos en el restaurante Lavonija, en el mismo centro de Riga; no comento la comida, pues en todos los locales se repite prácticamente el mismo menú: la misma crema de remolacha, el mismo arroz, pan bastante escaso y el agua de la jarra siempre con gajos de limón flotando en la superficie…
Después de comer nos llevaron a visitar el Museo Etnográfico al Aire Libre, en las afueras de Riga, a orillas del lago Jugla, a donde llegamos después de soportar una docena de kilómetros de tráfico intenso. Se trata de un museo creado en 1924 y dedicado a las tradiciones locales: viviendas campesinas, granjas, molinos, casas de pescadores, una taberna…; pero no mejor, sin duda, que el museo del Pueblo de Asturias, en Gijón.
Por la noche, la cena (sin comentarios) tuvo lugar en el Lido Atpŭtas Centrs, en las afueras de Riga, al lado del Daugava; se trata de una especie de parque de atracciones en el que se representan todos los tipos de viviendas letonas y donde se pueden degustar todas las especialidades de la gastronomía local. El centro fue creado en 1999 y pudimos comprobar que el ambiente era típicamente letón.
Amaneció el sábado, día 6 de agosto, y después de desayunar en el hotel, abandonamos Riga con destino a Tallin, haciendo escala, por el camino, en el parque nacional de Gauja. Bajamos del autocar en Sigulda, donde nos encontramos con las ruinas de un castillo medieval del siglo XIII, y a su lado otro nuevo, construido en 1867. Desde aquí se nos ofrece una bonita vista del río Gauja, con el castillo de Turaida al fondo, sobresaliendo en un bosque de pinos y abetos.
De nuevo en el autocar, nos acercamos a ver el castillo de Turaida, paseamos por su patio principal y subimos a la Torre de las Mazmorras, lo que nos permitió obtener una visión panorámica del valle. Muy cerca del castillo vimos la iglesia, de mediados del siglo XVIII, a la que en 1808 se añadiría la torre neobarroca. Desde aquí llegamos al Jardín de las Dainas, con esculturas en piedra que simbolizan a los héroes letones que se inmortalizan en las “dainas”, canciones tradicionales del país que expresan acontecimientos como el nacimiento, las bodas y la muerte.
Todo el parque de Gauja parece impregnado de una atmósfera de leyenda, inspirada en un hecho real acaecido cuatro siglos antes. En el año 1601 una bella niña de Sigulda, llamada Maija, fue llevada al castillo de Turaida después de ser encontrada entre los heridos de una batalla que sostuvieron Suecia y Polonia. Ya desde pequeña se enamoró de Viktors, un jardinero del castillo de Sigulda, con quien se encontraba en secreto dentro de una cueva a mitad de camino entre los dos castillos. Un día, un desertor del ejército polaco la secuestró e intentó violarla y, para librarse, intentó, a cambio de su libertad, ofrecerle un collar que, según ella, poseía poderes mágicos protectores. Sin embargo, no le sirvió de nada, pues el soldado la mató con su espada, aunque fue luego capturado y colgado por el crimen cometido. En el parque, muy cerca de la iglesia, una lápida y un tilo conservan la memoria de la “Rosa de Turaida”.
Comimos en el mismo parque de Gauja; la estructura de madera del restaurante armonizaba en extremo con el entorno; a su lado, en un pequeño lago artificial, una barca flotaba en el agua, cuya superficie cubría un manto de nenúfares.
Por la tarde, reemprendimos la marcha hacia el norte, camino de la frontera con Estonia, en dirección a Tallinn. El cielo comenzó a encapotarse y, de pronto empezaron a caer finas gotas de agua de lluvia; mientras, sin problema alguno, atravesamos el puesto fronterizo.

sábado, 27 de agosto de 2011

Dos días en Lituania

Llegamos al aeropuerto de Riga el día 1 de agosto en un vuelo de AirBaltic procedente de Madrid y, tras pasar la noche en el Albert Hotel, el día siguiente por la mañana nos dirigimos en autocar hacia Lituania, atravesando la planicie central, boscosa y húmeda, con casas de aspecto humilde. Dejamos a un lado Panevėžys, conocida como “la Chicago lituana”, debido a su gran nivel de delincuencia y a su reconocida actividad mafiosa, y hacia el mediodía llegamos a Kaunas, la segunda ciudad del país.
Kaunas tiene una población de unos 400.000 habitantes, se encuentra extendida en la confluencia de los ríos Nemunas y Neris y, aparentemente al menos, no tiene mucho interés, aunque, según nos cuentan, es un centro industrial, cultural y educativo muy próspero, que goza de cierta fama en España debido a su club de baloncesto, el Žalgiris Kaunas, y a sus jugadores Sarûnas Marčiulionis, el primer lituano que jugó en la NBA en 1989, y Arvydas Sabonis, un gran pívot que militó durante varios años en la liga ACB española, en Valladolid y en el Real Madrid, en los años noventa del pasado siglo.
En Kaunas recorrimos la Laisvės alėja, que es como se denomina en lituano la avenida de la Libertad, que tiene una longitud de 1700 m, y en la que hasta el año 2000 estaba prohibido fumar. Divisamos a lo lejos, en su extremo este, la iglesia de San Miguel Arcángel, neobizantina, construida en 1895 para los ortodoxos rusos y convertida más tarde por los soviéticos en un museo dedicado a la vidriería en color. Comimos en Avilys, una cervecería situada en Vilniaus gatvė, en cuyo comedor, ubicado en el sótano, pudimos admirar la antigua destilería. En la terraza, lo mismo que en muchas otras, vimos a los clientes abrigándose con mantas para resguardarse del frío: aquí, como en toda Lituania, se llegan a alcanzar en invierno temperaturas bajísimas, de hasta 15 grados bajo cero.
Siguiendo por Vilniaus Gatvė nos encontramos con la catedral de san Pedro y san Pablo, reconstruida en estilo barroco, aunque conserva en las ventanas las formas góticas originales del siglo XV. Muy cerca, la plaza Mayor, con bellas casas de comerciantes alemanes de los siglos XV y XVI y el antiguo ayuntamiento del siglo XVII, llamado el “Cisne blanco”, por su forma y color.
Vimos, por último, lo que queda del castillo de Kaunas, del siglo XIII: una torre reconstruida, varios trozos de muralla y parte del foso. Y nos marchamos hacia Vilnius, sin visitar, como estaba previsto, el monasterio de Pažaislis, situado muy cerca de la orilla del mar de Kaunas, una gran lago artificial a 9 kilómetros al este.
En Vilna nos hospedamos en el hotel Panorama, en Sodų gatvė, un hotel de la era soviética con una fachada kitsch de azulejos de color marrón, con instalaciones muy deficientes -incluso sin armario en las habitaciones-, pero con estupendas vistas al norte del casco antiguo. Por otra parte, en todas las repúblicas bálticas las ventanas de las habitaciones de los hoteles -al menos, en los que hemos estado- carecen de persianas; solo tienen cortinas. Por eso, cuando comienza a salir el sol, a las cuatro y media de la mañana, toda la habitación aparece iluminada como si fuera el mediodía.
En Vilna, lo mismo que en todo el país de Lituania, la moneda en vigor es el litas (en plural, litai), que equivale a unos 0,29 €. Situada en su mayor parte en la orilla sur del río Neris, el corazón de la ciudad es la plaza Katedros aikštė, con la catedral y la colina de Gediminio como telón de fondo. En esta plaza, que vibra con el ajetreo cotidiano (Vilna tiene actualmente unos 560 000 habitantes), una baldosa en forma de estrella (Stebukla) señala el lugar en que terminaba la cadena humana formada de dos millones de estonios, letonios y lituanos en señal de protesta contra la ocupación soviética en 1989.
El casco antiguo de Vilna es el mayor conjunto barroco de Europa, está repleto de agujas de iglesias católicas y ortodoxas, y en 1994 fue declarado por la Unesco Patrimonio Mundial. De las nueve puertas que tenía su muralla, solo una se conserva intacta: la puerta de la Aurora, muy cerca de nuestro hotel. De norte a sur, a lo largo de kilómetro y medio un eje urbano constituido por tres calles consecutivas (Pilies, Didžioji y Aušros Vartų gatvė) divide el centro de la ciudad en dos partes asimétricas. En todo el casco antiguo músicos callejeros, tenderetes de souvenirs, talleres de artesanía, boutiques de diseño y un gran número de tesoros arquitectónicos llaman en todo momento la atención de los paseantes; muchas de las personas de nuestro grupo se paran de continuo en los tenderetes, en búsqueda de objetos con que obsequiar a sus familiares y conocidos; nosotros, más modestos, nos conformamos con pines magnéticos para colocar, de recuerdo, en la puerta del frigorífico. Desde luego, lo más solicitado son los objetos de ámbar, que se encuentran en todas partes: en tiendas, escaparates, puestos de venta…; parece mentira que en todos estos años el ámbar no se haya ya agotado.
En Vilnius, la ciudad que dicen de las 1 200 edificaciones medievales, destacan la Universidad, con sus treces patios interconectados; el Palacio Presidencial; iglesias como las de San Juan, San Miguel, Santa Ana, Santa Teresa, el Espíritu Santo… hasta 48 en total; sin olvidar la bohemia de la república de Užupis, nacida “oficialmente” en 1998, y que cuenta con su propio presidente, su himno, sus banderas y una Constitución muy peculiar.
La Ciudad nueva (Naujamiestis) solo la vimos desde el autocar, pero pudimos apreciar su calle principal, Gedimino prospektas, de 1 700 m de longitud, repleta de tiendas, bancos, hoteles, oficinas, plazas con jardines y edificios oficiales. También contemplamos desde el autocar la silueta inconfundible de la torre de televisión, de 165 m de altura, desde la que algunos audaces practican puenting y en la que han instalado un restaurante giratorio que ofrece -según dicen- unas vistas espléndidas de la ciudad.
El día 3, después de comer en un restaurante situado en la plaza del Ayuntamiento, en el centro mismo de Vilnius, fuimos de excursión hasta Trakai, pequeña población de unos 6000 habitantes, situada en una lengua de tierra entre dos lagos a unos 28 kilómetros al oeste de Vilnius. En esta localidad residen 12 familias de karaites (60 personas en total); se trata de una comunidad de colonos turcos, originaria de Bagdad, que adoptó el judaísmo y cuyos descendientes fueron traídos hasta aquí desde Crimea hacia el año 1400 para servir de guardaespaldas. Pero lo verdaderamente atractivo de Trakai es su castillo “de hadas” de color rojo, ocupando casi la totalidad de una isla en el lago Galvė, a cuya orilla está unido por un puente peatonal. Su construcción fue iniciada por el Gran Duque Kastutis en el siglo XV, considerando que el lugar era inexpugnable; sin embargo, él no pudo disfrutar del castillo en vida, y fue su hijo Vytautas quien finalizó la obra. Precisamente este mismo Vytautas construyó en Kaunas una iglesia gótica a orillas del río Nemunas.

Por la noche nos llevaron a cenar al restaurante Belmontas, en el parque Pavilnys, situado en un entorno verdaderamente paradisiaco. Todo un placer los estanques, cascadas y surtidores, así como el comedor, rural hasta la saciedad. Estuvimos junto a otro grupo análogo al nuestro, de portugueses, y un conjunto folclórico amenizó la velada. Pero la comida resultó muy mala…Y tengo que reconocer que la calidad de la comida se convirtió en una constante negativa que había de perpetuarse día tras día a todo lo largo de nuestro viaje.
El día siguiente, 4 de agosto, por la mañana, después de desayunar, salimos de Vilnius en dirección a Riga. En el trayecto hicimos una parada en la Colina de las Cruces, cerca de Šiauliai, una loma cubierta de miles de cruces, crucifijos y rosarios, que constituye una de las imágenes más entrañables de Lituania y muestra la fuerza del catolicismo en este país. Las cruces comenzaron a aparecer en esta colina después de la represión de los levantamientos que tuvieron lugar en 1831 contra la Rusia de los zares. El régimen soviético desmanteló la colina en varias ocasiones, pero las cruces siguieron apareciendo y hoy día se cuentan por millones procedentes de todo el mundo. Se trata de una mezcla de religiosidad, superstición y costumbrismo, que convierte el lugar en algo muy típico que todas las guías de turismo recomiendan visitar.
Comimos en Šiauliai y poco después atravesamos la frontera de Lituania hacia el norte, en dirección a Riga.

viernes, 26 de agosto de 2011

Por tierras del Norte

Este verano -que ya muy pronto se va a terminar- mi mujer y yo realizamos, junto con un grupo bastante numeroso de amigos y conocidos, un viaje por Europa, concretamente a Estonia, Letonia, Lituania y San Petersburgo. Los tres primeros, llamados repúblicas bálticas, son países muy jóvenes, cuyo nacimiento tuvo lugar el 6 de septiembre de 1991, fecha en la que se escindieron, como gajos de fruta madura, de la antigua URSS. Desde entonces, luchando contra viento y marea, han sido resurgiendo de su antigua miseria, construyendo nuevas carreteras, hoteles y balnearios, rehabilitando túneles ferroviarios, creando plantas de tratamiento de aguas residuales, clausurando instalaciones nucleares en deplorable estado de funcionamiento…. y convirtiéndose, en definitiva, en un destino turístico muy apreciado por los países occidentales, cuyas lenguas, incluso el español, se escuchan de continuo en las calles de Vilnius, Riga y Tallinn.
Son países muy pequeños en extensión, pues los tres juntos apenas superan la tercera parte de la superficie de España, pero su lucha actual por relanzar sus economías aún maltrechas puede servir de ejemplo al mundo occidental. No obstante, todavía existe un sector considerable de la población de estos países que añora con nostalgia la anterior era soviética, caracterizada por un cierto reparto de la pobreza, y en la que las necesidades sanitarias y educativas corrían totalmente por cuenta del Estado. Hoy día la población está envejeciendo y disminuyendo. Los inviernos son largos, crudos y fríos, cubriendo de nieve la mayor parte de su territorio, predominantemente llano con más de 9000 lagos y 1000 islas, todas ellas en Estonia. Abundan los bosques - principalmente de pino, abedules, alisos y álamos- y los parques nacionales, y existe una gran preocupación por los temas medioambientales, en especial por la actividad industrial y la contaminación del mar Báltico, debida a los vertidos de residuos a los ríos, a las aguas sin tratar, al transporte de petróleo….
La gastronomía báltica se basa en la carne, con poca sal, pan negro de centeno, crepes, salchichas y productos lácteos. Un típico plato principal consiste en un corte de carne o pescado frito o asado, acompañado de patatas y verduras hervidas.
El agua del grifo no suele resultar fiable, por lo que debe consumirse agua embotellada. Una bebida típica es la cerveza, existiendo excelentes marcas comerciales, como Saku en Estonia, Aldaris en Letonia y Utenus alus y Švyturys en Lituania. También se consume el bálsamo negro, de Riga, que se produce en Letonia desde 1752, con un contenido alcohólico de 45º y que tiene, entre otros ingredientes, cáscara de naranja, corteza de roble, carcoma y flor de tilo. En general, en las capitales los precios en bares y restaurantes son semejantes a los españoles, salvo en Tallinn, que hace honor en sus terrazas al alto nivel de vida de los excursionistas finlandeses.
San Petersburgo es otra cosa diferente, es otro mundo muy distinto…De todo ello, de lo más importante de estos países y de las impresiones que obtuve de cada uno de ellos, iré escribiendo en entradas sucesivas de este blog.

martes, 23 de agosto de 2011

Un nuevo Clístenes

Fue en el siglo V antes de Cristo cuando el político ateniense Clístenes instauró el ostracismo. Era una medida preventiva que consistía en condenar al destierro durante diez años a aquellos ciudadanos que se considerasen peligrosos para la ciudad. Una vez al año la Asamblea ateniense discutía si era o no procedente aplicarlo; y si la decisión final resultaba ser afirmativa, cada miembro de la Asamblea escribía el nombre del sospechoso sobre un ostracon de cerámica u otro material similar. Si un ciudadano recibía 6000 o más votos desfavorables, se veía obligado a abandonar la ciudad, pudiendo regresar a ella al cabo de diez años. El ostracismo fue empleado como arma política contra ilustres atenienses, tales como Arístides, Cimón y Temístocles. Se cuenta, incluso, que el propio Clístenes fue castigado con el destierro.
Saco a colación el tema de Clístenes y el ostracismo porque acabo de leer en la prensa que el Sr. Rubalcaba, si gana las elecciones el próximo 20 de noviembre, tiene previsto, como primera medida, promulgar una ley que apruebe la eutanasia.
¿Le sucederá a D. Alfredo con esta ley lo mismo que a Clístenes con el ostracismo?

lunes, 18 de julio de 2011

Vega en el recuerdo



Hace ya más de un mes, exactamente el día 11 de junio, mi mujer y yo estuvimos en el Bierzo, en la localidad de Vega de Espinareda, a orillas del Cúa, con motivo de la celebración de la “Segunda Jornada de Convivencia de antiguos alumnos y profesores del Colegio de San Andrés”. Se trata de un colegio diocesano que comenzó a funcionar en 1964 en las instalaciones de un antiguo convento benedictino y cuya puesta en marcha significó en aquella época un verdadero revulsivo para la juventud de la zona. De allí, hasta su cierre en 1995, salieron alumnos muy bien formados que destacaron luego en múltiples tareas profesionales a todo lo largo y ancho de nuestro país.
En lo que a mí respecta, la jornada resultó muy emotiva, al regresar al colegio donde di clase durante siete cursos, desde 1966 a 1075, exceptuando dos años que dediqué a servir a la patria (aunque dudo mucho que la patria se haya sentido muy satisfecha con los servicios recibidos). Fueron siete años de juventud, de ilusiones, de mucho trabajo, de grandes amigos, de excelentes compañeros y de alumnos muy gratificantes. Y ahora, al rememorar aquellos tiempos después de casi cuarenta años, las palabras se congelan en los labios y el corazón se embarga de recuerdos.
Siento hacia Vega, sus gentes, su paisaje, el colegio…un cariño que no puedo ocultar y espero que dentro de tres años, al celebrar el cincuentenario de la fundación del colegio, pueda acudir de nuevo. Para mí volverá a ser inolvidable.

sábado, 21 de mayo de 2011

Volveremos a Sevilla

Hace poco más de una semana, mi mujer y yo estuvimos en Sevilla, donde permanecimos durante cuatro días con sus noches correspondientes. La cercanía de Santander nos permitió la realización de un viaje “low cost”, en un avión de Ryanair. Estos viajes, aunque con serias deficiencias de confortabilidad, ofrecen la gran ventaja de su coste reducido, lo que resulta de agradecer en estos tiempos de crisis económica. Lo extraño es que los políticos no sepan -o no quieran- aprovecharse de estos chollos para ahorrar dinero: de hecho no logramos identificar a ninguno entre los casi doscientos pasajeros del avión.
A pesar de que nuestra estancia en Sevilla coincidió con una ola de calor -en una estrecha callejuela del barrio de Santa Cruz pudimos observar un termómetro que marcaba 41 ºC-, la ciudad en su conjunto nos resultó extraordinariamente agradable: la Giralda, visible desde todas partes; el Alcázar con el preciosismo de sus salas y la exuberancia de sus jardines; las sinuosas callejuelas y diminutas plazoletas del barrio de Santa Cruz; el parque de María Luisa, la Macarena, el barrio de Triana…todo nos encantó y dejó en nosotros un recuerdo imborrable…
Regresamos con la idea grabada en la mente de una ciudad muy habitable, con kilómetros y más kilómetros carril-bici, con parque públicos cerrados a partir de las 10 de la noche, y con el recuerdo de unas gentes de trato muy agradable y acogedor que invita a repetir la visita.

martes, 3 de mayo de 2011

Prepotencia


Sucede en ocasiones que el análisis de una misma situación por parte de distintas personas conduce a conclusiones muy diferentes. Y también que una misma persona puede enfocar dos situaciones muy similares con puntos de vista prácticamente contrapuestos.
Viene esto a cuento por el caso de José Mourinho, entrenador del Real Madrid Club de Fútbol. Cuando el día 22 de septiembre el Sporting de Gijón se enfrentó al Barça en el Nou Camp, Manuel Preciado, su entrenador, alineó en el equipo a jugadores no habituales, que en el campo de fútbol sudaron honrosamente la camiseta y lograron perder solamente por un gol, conseguido por el equipo anfitrión casi al final del encuentro.
Tenía motivos Preciado para dar descanso a algunos de sus jugadores: quería evitarles un cansancio excesivo, por acumularse tres partidos en una semana. Sin embargo, Mourinho no lo entendió así y expuso en público su opinión: “Si hay equipos que se dejan ganar por el Barça, mal podrá el Madrid ganar la Liga”. Estas fueron sus palabras más o menos textuales, que sirvieren de titulares de prensa durante bastantes días y que encresparon a los periódicos madrileños por haber tenido Preciado la osadía de llamarle canalla a Mourinho.
Así las cosas, fueron pasando los meses. El Sporting ganó en el Bernabeu, y hace tan solo unos días el Real Madrid perdió en su casa frente al Zaragoza, que de esta manera abandonó la zona de descenso, lo que indudablemente perjudicó al Sporting. No estaría de más que alguien (Preciado, por ejemplo) le dijese ahora a Mourinho: “Si hay equipos que se dejan ganar por el Zaragoza, mal podrá el Sporting evitar el descenso”. Y es que la Liga no es solo cuestión del Madrid y del Barça: hay también implicados muchos otros equipos, con mucho menos potencial, tanto futbolístico como económico, pero que también tienen su corazoncito que sufre cuando personajes como Mourinho comienzan a desbarrar.

jueves, 14 de abril de 2011

¿De qué están insatisfechos?

Los hechos acaban de demostrarme que estaba en lo cierto. Mi opinión, puesta de manifiesto en reiteradas ocasiones, es que en nuestro país los hosteleros siempre se han caracterizado por su propensión al llanto. “¿Qué va a ser de nosotros -decían- cuando no se pueda fumar en los bares?” Pensaban -no sé si eran sinceros- que en su mayor parte se iban a arruinar. Es más, a partir del día 2 de enero, fecha en que comenzó a aplicarse la nueva “ley antitabaco”, en algunos bares, restaurantes y cafeterías pegaron en las ventanas eslóganes en los que figuraban cajetillas de tabaco con la inscripción: “Prohibir fumar mata la hostelería”. Cifraban en miles el número de establecimientos que habrían de cerrar y en muchos millones de euros las pérdidas que la prohibición de fumar acarrearía. Sin embargo, el día 8 de abril aparecía en “El País” la siguiente noticia, aún no refutada:

“Se han cumplido cien días de la nueva ley antitabaco y los resultados son muy satisfactorios, pues ha bajado la venta de cajetillas de tabaco, el ingreso en hospitales por infarto de miocardio, el consumo de tabaco en bares, restaurantes y locales de ocio y ha aumentado el número de personas que solicitan ayuda para dejar de fumar, que se prevé que al final de año sean unas 400.000. Según datos oficiales del Gobierno, el sector hostelero ha aumentado en 21.443 afiliados a la Seguridad Social, con un porcentaje del 1,05% y 0,78% en los meses de enero y febrero y la creación de 6.882 nuevos empleos en la hostelería. Son datos que se contradicen con las previsiones de la FEHR que preveían unas pérdidas astronómicas que rondaban los 100.000 empleos y pérdidas en facturación del 20%. Pero nada más lejos de la realidad, estos datos confirman que fue una campaña de intoxicación con cifras ficticias, que solo buscaban confundir a la población y complacer las exigencias de las empresas tabaqueras copatrocinadores de dicha campaña.”

¿Qué pueden argüir a todo esto los hosteleros? Alguno, efectivamente, habrá visto disminuir su clientela, pero no podrá atribuirlo a la prohibición de fumar. ¿No se deberá más bien a su escasa profesionalidad y a los precios incontrolados?

jueves, 17 de marzo de 2011

288

El conocido humorista José Mota, en algunos de sus recientes “sketchs” televisivos, refería, a modo de estribillo, una frase que pronto se hizo famosa: “Las ovejas que entran por las que salen”. Aludía con ello a la condición necesaria para el establecimiento de un adecuado equilibrio en todos los aspectos del devenir cotidiano. Así, por ejemplo, el nivel del agua en un embalse hidroeléctrico permanece en equilibrio cuando el caudal suministrado por la lluvia y los ríos que afluyen a él se iguala con el que circula camino de las turbinas. Del mismo modo, durante el verano los clubes de fútbol fichan los jugadores necesarios para compensar las bajas producidas por los futbolistas que se retiran o que marchan a otros equipos.
Así es la vida. Algunos tienen que morir para que otros nazcan; en caso contrario, nuestro planeta se superpoblaría y desaparecería el equilibrio necesario en la población mundial… Y, en otro orden de cosas, el próximo curso académico habrá en Asturias 288 profesores menos en la enseñanza no universitaria, pese a que el número de alumnos matriculados será sensiblemente el mismo que este año: son 288 ovejas que salen del aprisco, que en este caso consiste en la Consejería de Educación del Principado. Esto se traduce en menos dinero saliente, lo que indudablemente servirá para que la balanza económica de la Consejería, tan inestabilizada por los hechos que ocasionaron la reciente “marea” judicial, recupere su equilibrio anterior.
Los hechos, querámoslo o no, son así. No hay más cera que la que arde. Y muy pronto, a menos que las próximas elecciones lo remedien, vamos a quedar todos a oscuras.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuidado con el dinero

…los hijos de este siglo son en sus negocios más sagaces que los hijos de la luz. Granjeaos amigos con las riquezas….
(Lucas, 16, 8-9).

Al fin. Tras 41 días de internamiento en la cárcel de Villabona, el exconsejero de Educación del Principado de Asturias, don José Luís Iglesias Riopedre, uno de los implicados en la “operación Marea” -llamada así por las primeras sílabas de la funcionaria también implicada Marta Renedo Avilés-, consiguió su puesta en libertad, después de haber abonado sus familiares y amigos, en concepto de fianza, la cantidad de cien mil euros, recaudada en muy pocos días.
Resulta un poco extraña tal generosidad en estos tiempos en que tanto abunda el egoísmo, máxime teniendo en cuenta que si ayudar al pobre puede llamarse caridad, las ayudas al poderoso no pueden recibir ese mismo calificativo.
Todo el asunto permanece sub iúdice, y la sentencia definitiva tal vez se prolongue durante años, lo que convierte cualquier opinión en aventurada. Sin embargo, me cuesta mucho pensar que la actuación de la juez, doña Ana López Pandiella, pueda estar equivocada. Más bien sospecho que hay, por parte de las altas instancias, un deseo inconfesable de hacer borrón y cuenta nueva, olvidándose de todo el dinero que ha entrado en juego y que adquiere el carácter de volatilizable. Así ha sucedido siempre en otros procesos similares (recuérdese el caso de Luís Roldán), y no hay que hacer muchos esfuerzos mentales para suponer que ahora sucederá lo mismo.
Tantos años de penuria en los centros educativos del Principado han encontrado ahora una explicación. El dinero, al igual que la energía, ni se crea ni se destruye; tan solo se transfiere de unos bolsillos a otros, y siempre en la misma dirección y sentido.

lunes, 28 de febrero de 2011

A la sombra del Teide


En fechas recientes, y en compañía de mi esposa, he estado durante una semana en Tenerife, concretamente en Puerto de la Cruz y alrededores, disfrutando de un tiempo verdaderamente primaveral: no en vano "Tenerife tiene seguro de sol", según canta una vieja melodía. Aunque en tiempos lejanos Puerto de la Cruz desarrolló un tráfico marítimo de mercancías muy considerable, pues de allí salían al exterior los productos agrícolas procedentes del valle de la Orotava, hoy día su actividad portuaria se ha reducido prácticamente a la pesca, a la vez que desde hace medio siglo la villa se ha ido convirtiendo en un enclave turístico de primer orden, dotado de unas 30 000 camas, lo que le confiere un cierto grado de masificación, aunque en ningún momento resulta agobiante.
Observé en Puerto de la Cruz más gente que en otras ocasiones, quizá debido a la disminución del turismo en los países del norte de África, sujetos a las inestabilidades políticas de todos conocidas. También me pareció mayor el número de sudafricanos vendedores de relojes, baratijas y bisutería, deambulando por las terrazas de las cafeterías. Pero la amabilidad de los isleños en el trato con los turistas sigue siendo, como siempre, de primera calidad. Buen clima, amabilidad y precios asequibles constituyen los tres pies sobre los que se apoya el auge del turismo en la isla.


Por lo demás, todo sigue como siempre. La antigua avenida del Generalísimo ha pasado a denominarse avenida de la familia Bethencourt y Molina. ¡Qué manía esta de cambiar los nombres de las calles, como si con ello se pudiese borrar una historia que está por encima de las corporaciones municipales!
En los siete días de estancia en Puerto de la Cruz, el cielo casi siempre limpio hizo posible divisar con total nitidez la cumbre del Teide, nevada en su vertiente norte, imponiendo su majestad sobre toda la isla. El dios del clima tinerfeño se comportó con nosotros con gran benevolencia y nos hizo partir con el deseo de un pronto regreso. Esperemos que se cumpla.

domingo, 27 de febrero de 2011

Reflexiones futboleras

El barón Pierre de Coubertin decía que “lo importante no es ganar, sino participar”. Discrepo totalmente, pues la mayor parte de los que participan en una competición lo que desean es ganar; y cuanto más holgadamente, mejor. Y en lo que respecta al fútbol lo importante siempre es ganar, sea como sea, y no bajar de categoría, aunque la calidad del juego exhibido resulte en ocasiones francamente desastrosa. Y quien dude de esto que le pregunte, por ejemplo, a Mouriño si prefiere ganar jugando mal -como le sucede al Real Madrid bastantes veces- o, por el contrario, jugar bien y acabar perdiendo. Creo que todo el mundo estará de acuerdo en cuál sería la respuesta del conspicuo entrenador.
Esta breve y sencilla consideración viene a cuento de los últimos partidos de fútbol jugados por el Real Sporting de Gijón. A pesar de mi acendrado “sportinguismo”, soy plenamente consciente de lo que veo semana tras semana en la pantalla del televisor, siempre con los nervios a flor de piel y esperando lo peor. Me refiero, en concreto a los partidos contra el Valencia y el Zaragoza, en los que nuestro club gijonés se mostró incapaz de marcar ni un solo gol. Los comentarios de prensa más benévolos califican a ambos partidos de soporíferos, más propios de un patio de colegio que de una competición de primera división.
Sin embargo, los resultados están a la vista de todos: dos empates que significan dos puntos, que posiblemente sirvan al final de la temporada para conseguir la permanencia. Quizá si el Sporting no hubiese regalado el partido al Barça en la primera vuelta, conforme aseguró en su día el Sr. Mouriño, la situación sería muy diferente, y no nos veríamos ahora precisados a ir a ganar a Madrid en el Santiago Bernabeu. Quiera Dios que así suceda.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Nos la meten doblada

Este año, concretamente el día 1 de enero, ha subido el “recibo de la luz”. Y los cálculos revelan que la subida ha sido del 9,8 % (recordemos el valor normal de la aceleración de la gravedad). Sin embargo, hay que tener en cuenta que una parte importante de lo que nos facturan en el recibo corresponde al IVA (actualmente del 18 %) y al llamado “impuesto eléctrico”. Este último, creado por el artículo 7 de la Ley 66/1997, sobre Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social, que entró en vigor el 1 de enero de 1998, tiene como objetivo básico lograr los recursos necesarios para compensar la supresión del recargo en concepto de “coste específico asignado a la minería del carbón”, e incluye también la amortización a las empresas eléctricas de los gastos originados por la moratoria nuclear, así como el desarrollo de energías renovables, tales como la solar.
El importe de este impuesto eléctrico se obtiene aplicando el 5,113 % a la suma de los apartados correspondientes a la potencia contratada y a la energía consumida por cada usuario.
Hasta aquí todo parece correcto, aunque habría que analizar a fondo la posible ilegalidad de aplicar este impuesto a la potencia contratada, pues esta no es un bien consumido realmente por el usuario; pero, en fin…
Lo que ya no parece de recibo es que al impuesto eléctrico se le aplique al final el IVA: un impuesto sobre otro impuesto. ¿Qué explicación se le puede dar a esto? La única que encuentro no deja de ser razonable: el IVA del impuesto eléctrico se aproxima a los 200 millones de euros anuales. ¿Quién le va a hacer ascos a un regalo tan apetitoso?

sábado, 29 de enero de 2011

Trabajad, malditos, trabajad

Fuente: http://www.llosa.cat/index_gat.htm

Según la prensa, que a diario nos sobresalta con sus noticias, el Gobierno ha encontrado apoyo en Convergència i Unió para sacar adelante en el Congreso el retraso hasta los 67 años en la edad de jubilación. Parece ser -dicen- que de esta forma se podrán sanear la Seguridad Social y el fondo de pensiones; aunque, en contrapartida se calcula que este retraso irá acompañado de una reducción de la pensión media de entre el 12 % y el 15 %, en función de los años de afiliación a la Seguridad Social de la persona que se jubila, siendo precisos 37 años de cotización para cobrar la pensión máxima.
Siempre que el Gobierno quiere justificar una medida que puede resultar impopular, lo que hace es argüir que en otros países de la Unión Europea se han adoptado disposiciones semejantes, olvidándose de que en esos países el nivel de vida y las prestaciones sociales son muy superiores a las nuestras y, sobre todo, que el nivel de desempleo es incomparablemente más bajo que en España. Y cuando no es así, cuando no existe posibilidad alguna de comparación con el extranjero, siempre se puede echar la culpa a la crisis económica negada hasta hace poco, al PP, a la Guerra Civil, o incluso a Pelayo…, cuya victoria en Covadonga sobre los moros pudo servir para dificultar, en su día, la implantación de la Alianza de Civilizaciones…
A mí, personalmente, hay cosas que no me encajan. Si un trabajador determinado se jubila dos años más tarde, eso, a mi modo de ver, tiene que implicar forzosamente que un joven parado se incorpore al sistema productivo dos años más tarde y cotice al fondo de pensiones dos años menos. ¿Dónde está la ventaja?
Confieso mi desconocimiento acerca de temas económicos. Supongo que los expertos del Gobierno han realizado los cálculos oportunos y que tienen toda la razón del mundo al jubilarnos más tarde. No quiero pensar qué sería de nosotros en caso contrario…Pero me asaltan dudas.
Quién sabe si en un futuro no muy lejano la situación que refleja la viñeta que, a modo de chiste gráfico, ilustra este artículo se pueda convertir en realidad. ¡Dios nos coja a todos confesados!

sábado, 22 de enero de 2011

Se acaba el chocolate


Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras.
(Génesis, 11.1)

Yo siempre creí que la utilización de una única lengua resultaría, en general, beneficiosa, en el sentido de que favorecería la comunicación fluida entre las gentes. Esta unificación lingüística ejercería también su influencia en muchos otros ámbitos de la actividad humana, ¡incluso en del de la Arquitectura! Buena prueba de ello la tenemos en el suceso tan conocido de la torre de Babel, cuya construcción tuvo que ser suspendida a causa de la falta de entendimiento entre los trabajadores de la obra, que comenzaron a expresarse en idiomas muy dispares.
Otro partidario del monolingüismo fue el oftalmólogo polaco de origen judío Ludwig Lazarus Zamenhof, quien hace más de un siglo dedicó diez años de su vida a diseñar un nuevo idioma, el esperanto, que sirviese como lengua auxiliar internacional. No tuvo suerte el bueno de Zamenhof, pues no logró que país alguno adoptase el esperanto como lengua oficial, aunque se estima que en la actualidad lo hablan entre cien mil y dos millones de personas.
Hoy día puede decirse que el lugar del esperanto lo ocupa el inglés, que se ha convertido prácticamente en un idioma universal. Los científicos hablan y escriben en inglés sus comunicaciones en congresos y revistas; y nadie que desconozca el inglés se aventura a viajar solo por países europeos….
Por eso, me causa verdadera extrañeza la postura de muchos “nacionalistas” obstinados en encumbrar su lengua vernácula por encima del castellano, al que desean sustituir y, si fuera posible, eliminar. Esta situación, que les acarrearía sustanciosas prebendas (puestos docentes y académicos, traducciones, subvenciones estatales, etc.), alcanzó hace unos días su punto álgido al permitirse en el Senado la presentación y defensa de mociones en cinco “lenguas” (castellano, catalán, euskera, gallego y valenciano), acompañadas de su correspondiente traducción simultánea, con “pinganillo” incorporado, lo que significa, según dicen, un gasto de 12000 euros por sesión; o, lo que es lo mismo, unos 350000 euros anuales: mucho dinero en una época de crisis económica..
Dice un refrán muy antiguo que, “cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo”. No niego que si la situación económica de nuestro país fuese boyante, tal vez podrían permitirse estos dispendios, estos ejercicios acrobáticos con el rabo, pero, estando como estamos, no parece que sea ético malversar el dinero de esta forma. Alguien podrá argüir que se trata del chocolate del loro, pero en esta España en que vivimos cada vez hay más loros, tantos que nos estamos quedando sin chocolate.

lunes, 17 de enero de 2011

Una demora excesiva

He pasado este fin de semana en Llanes, aprovechando el “veranillo” que tuvimos la suerte de disfrutar, tan extraño en esta época plenamente invernal.
Paseando por la villa en uno y otro sentido, puedo decir que terminé satisfecho. Las obras que destrozaron Llanes estos últimos meses parece que marchan a buen ritmo. El dragado y acondicionamiento del muelle permiten apreciar una vista de conjunto que resulta casi irreconocible. Ya se ve dónde irá situada la compuerta y en breve la dársena, rellena de pantalanes y barcos, recuperará el aspecto que tuvo tiempo atrás.
Por otra parte, los trabajos de remodelación de la calle principal, en el tramo comprendido entre el puente de la Barquera y el Casino, ya están finalizados. Y en mi opinión el resultado ha sido espectacular; creo que merece los parabienes de todo el mundo, pues está quedando precioso.


Poco a poco, pero muy pronto -pues es sabido que todas las obras públicas comenzadas terminarán antes de las próximas elecciones- la hermosa villa de Llanes, la antigua puebla de Aguilar, acabará siendo -si anteriormente no lo era ya- un lugar ideal y paradisíaco. Sus playas (Sablón, Puerto Chico y Toró), sus fiestas (la Magdalena, San Roque y la Guía) y sus gentes (4000 habitantes, aproximadamente) la convierten en algo único e irrepetible, aunque sus comunicaciones con el oriente constituyen un serio hándicap a la hora de relacionarse con la vecina Cantabria. Las colas de vehículos entre Llanes y Unquera a lo largo del verano resultan suficientemente elocuentes, e irritantes para los usuarios que, año tras año, ven cómo el tramo de autovía, proyectado hace quince años, y que tal vez algún día llegará a unir ambas localidades sigue prácticamente sin comenzar. Hace siglos veinte kilómetros de carretera se construían en menos tiempo y con menos medios. Parece que aquí en Asturias la clase política carece de voluntad (o, al menos, de capacidad) para solucionar los problemas y coger a tiempo el tren de la modernidad.

lunes, 3 de enero de 2011

Volver

Hace poco más de un año dejé de escribir en este blog. Lo consideré clausurado, en la creencia de que carecía de lectores, pues no me constaba que alguien hubiese formulado comentario alguno a favor o en contra del contenido de los diferentes artículos que fui publicando sin una periodicidad precisa. Y es que me resultaba poco confortante escribir exclusivamente para mí solo, sin enterarme del grado de aceptación o de repulsa del blog por parte de mis posibles lectores.
Así las cosas, bloguero frustrado a la postre, hace pocos días, en una visita realizada a la Editorial Everest, en León, me encontré con un buen amigo, Paco Fontecha, al que guardo un gran aprecio pues en años anteriores, siempre con gran maestría y profesionalidad, maquetó algunos de mis libros de texto de Física y Química y Tecnología. Pues bien, Paco Fontecha me sorprendió al manifestarme su extrañeza por la desaparición de mi blog que, según parece, seguía con asiduidad.
En consecuencia, no puedo ni quiero defraudarle. Se lo debo por ser seguidor mío, pues es de sobra sabido que las especies en peligro de extinción han de ser protegidas con sumo esmero. Por ese motivo, reanudo hoy mi participación en “Chindiando´l cabritu” después de un año de ausencia, durante el cual han sucedido muchas cosas: algunos conocidos han muerto, otros se han jubilado, la economía del país se ha ido hundiendo cada vez más, acompañada por el Sporting de Gijón, que lleva muchas, muchas jornadas sin levantar cabeza….; aunque, para compensar -no todo van a ser malas noticias-, desde ayer ya no se fuma en bares, cafeterías y restaurantes.
De todo eso y de más cosas iré escribiendo en entregas sucesivas. De forma crítica, pero con optimismo, pues es esa la única manera aceptable de caminar hacia el futuro: con esperanza y sin rencores, intentando mejorar lo presente, sin dejarse influir por las interpretaciones tergiversadas de algunos medios de comunicación.
Espero que bastantes lectores expresen sus opiniones. Las leeré con sumo agrado, pues posiblemente me sirvan para enfocar mejor otros futuros artículos. Me despido hasta muy ponto.