miércoles, 25 de febrero de 2009

Esperando a la primavera

En estos últimos días de un mes de febrero agonizante, terminados ya los fríos, las lluvias y las nieves que aguzaron su rigor con más fuerza que otros años, se respira ya un ambiente de primavera anticipada. El invierno parece haberse escondido tras las hojas del calendario y solo quedan, como recuerdo de lo que fue, algunas nieves en las montañas lejanas.
La vida, en el invierno adormecida, rebulle con renovada energía. “La primavera la sangre altera”, dice sabiamente un refrán. Y es cierto. Algunos árboles frutales han comenzado a florecer, aparecieron ya las golondrinas ,y las aves que habitan en el parque, enceladas, envían en todas direcciones los ecos de su majestuoso ritual de apareamiento.
Solo el viento del Nordeste intenta resistirse al ritmo imparable de las estaciones; pero en Gijón todos sabemos que cuando deje de soplar volverán de nuevo las lluvias. Aunque eso no significa que la primavera no llegue. “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, escribió Pablo Neruda.
La vida sigue y, a falta de tres semanas, todos sabemos que la primavera ya está ahí, a la vuelta de la esquina; vendrá, se marchará y volverá de nuevo un año más tarde. Lamentablemente, llegará un tiempo en que ya no estemos vivos para recibirla; pero queda el consuelo de que entonces alguien, que quizá escriba en otro blog diferente, estará dispuesto a hacer dúo con Antonio Machado y cantar con él: “La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido”.

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